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EL HOMBRE, IMAGEN DE Dros: DE METÁFORA TEOLÓGICA A RESPALDO... 1911 Como indica la misma fórmula de esta categoría, parece que San Agustín fue quien dijo origen a esta tendencia. El tema es discutido por ser muy complejo. Grosso modo pudiera decirse que San Agustín dio motivo· a tal agustinismo por carecer de una distinción clara entre naturaleza y gracia, correlativa de filosofía y teología. Por otra parte, vio la naturaleza caída en el pecado desde una pers– pectiva pesimista, tal como aparece en los poderes políticos malvados, que tantas veces han sido dechados del vicio más que de la virtud. De aquí que estos po– deres deban someterse al poder espiritual de la Iglesia para cumplir su misión de gobierno. Hallamos aquí la justificación de la tendencia medieval que pedía a la Iglesia ser pauta y dirección de la vida pública y privada, en una inescindi– ble unión del poder espiritual y el temporal. Esta breve reflexión da idea de lo que fue, en el desarrollo de la historia medieval, el intento del agustinismo polí– tico. Y sin embargo, es de notar que San Agustín es mucho menos agente de este agustinismo de cuanto se ha pensado. Se ha arropado bajo su nombre una men– talidad que tenía siglos de historia, pues estuvo muy vigente en los pueblos an– tiguos. La Biblia lo pone muy en relieve respecto de Israel. Después de escrita, a mediados del siglo pasado, la obra de Fustel de Coulanges, La Cité antique 6 ya nadie ha podido negar que la religión haya sido, dentro del estado, una fuerza primaria en la creación de las instituciones de Grecia y Roma. El laico Ortega no tiene reparo en afirmar que la última sustancia de la que Roma ha vivido ha sido la creación de los dos fundamentos supremos de aquel estado: los auspicios y el Senado, es decir, la religión y la política aunadas 7 • No es para olvidar que medio siglo antes de nacer San Agustín, el Emperador de Roma llevaba el títu– lo de Pontifex Maximus. Aesta mentalidad puso freno la sentencia de Jesús al declarar: «Dad al César lo que es del César; y a Dios lo que es de Dios» 8 • Los cristianos de los primeros siglos se atuvieron a ella. Sirvieron al César. Algunos como soldados: San Mauricio y compañeros. Pero murieron por confesar al único Dios, a quien ve– neraban. También San Agustín, en la mayoría de las ocasiones, motivó supra– xis pastoral conforme al tajante dilema, propuesto por Jesús. Más tarde, cuando triunfa el Cristianismo, debido a una conjunción de fac– tores, no siendo el menor la descarada incompetencia de los poderes políticos para cumplir sus funciones de gobierno -era la época que sigue a la invasión de los bárbaros-, retorna a hacerse sentir la concepción unitaria del poder espiri– tual y temporal. Por la preponderancia del poder espiritual en esta unión se lle– gó a lo que hoy la historia llama Cristiandad. En ella, como la palabra lo indica, toda la cultura quedó impregnada por la enseñanza del Evangelio: legislación, instituciones, pensamiento, literatura, arte... No es que la Cristiandad desesti– mara la civilización en lo que ésta tiene de humana. Pero todos sus valores cul– turales estaban bajo la inspiración y al servicio del ideal evangélico. Aesta men– talidad, aceptada por todos en los largos siglos medievales en que estuvo vigen– te, hoy la llamamos agustinismo político. En un plano más elevado y teológico 6 N. D. FUSTEL DE COULANGES: La ciudad antigua, tr. esp., Iberia, Barcelona, 1952. 7 J. ORTEGA Y GASSET: Del imperio romano. Obras Completas, VI, p. 63. 8 De notar que los tres sinópticos nos dan las palabras de Jesús: Mt. 22, 21; Me. 12, 17; Le. 20, 25.

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