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1910 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA Si el ser imagen de Dios es la más honrosa definiciór del hombre, de la mis– ma deduce el Vaticano II los fundamentales derechos humanos. Baste ahora mentar estos dos: la igualdad y la fraternidad. Sobre el primero declara el Concilio: «La igualdad fundamental de todos los hombres exige un reconoci– miento cada vez mayor entre todos los hombres. Porque todos ellos, dotados de alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la mis-na naturaleza y el mis– mo origen» 3 • Proclama, a su vez, la fraternidad en estos términos: «No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios»4. Sin duda, la metáfora bíblica que declara al hombre imagen de Dios, ha sido germen fértil que ha dado óptima cosecha en el Vaticano II. Pero cuántos siglos para la madurez. Y qué periplo tan accidentado ha tenido que surcar esta nave del espíritu, cargada con tan rica mercancía. Nos es muy grato poder atestiguar que Francisco de Vitoria ha sido uno de los puertos abrigados en los que esta na– ve recaló para abastecerse contra el temporal del mundo moderno. Y para pre– parar muy anticipadamente el Vaticano II. Esta mi mecitación se va a detener en este puerto espiritual de Vitoria. Quiero matizar lo que asumió del que en mis estudios vengo llamando «sano naturalismo tomista». Y cómo acreció el rico pa– trimonio de su maestro, Santo Tomás. Su doctrina equilibrada puso el basa– mento motivado del encuentro de pueblos en el mundo moderno. Para desgra– cia de la historia de éste, otras ideologías lo empujaron por rutas que lo han lle– vado reiteradamente al abismo de su propia destrucción. Casi hasta el no-ser. Aunque tarde, aprendamos la lección de Vitoria. El Vaticano II la ha hecho muy actual, plenificándola. Tres secciones enmarcan nuestra meditación. La pri-nera dará, en un apre– tado resumen panorámico, la historia del sobrenaturalismo absorbente desde el que, durante siglos, se interpretó la metáfora de la imagen. La segunda mostra– rá cómo se intentó corregir este excesivo sobrenaturalismo con un naturalismo inteligente: el tomista. Ambas secciones son preámbulo de la tercera, que inten– tará hacer patente la aportación iluminada de Vitoria al gran tema. También las fecundas posibilidades de que lo dotó. Aunque de lamentar que tales posibilida– des, tan sólo de modo muy parcial se hicieron efectivas. l. SOBRENATURALISMO ABSORBENTE Para interpretar las relaciones Iglesia-Estado en la Edad Media, se ha acu– ñado esta categoría histórica: «agustinismo político». Aceptada hoy comúnmen– te, ha tenido su historiador en H. X. Arquilliere, el cual ha mostrado el origen, el desarrollo y la vigencia de la misma 5 • Con esta categoría se pone en relieve la tendencia del poder espiritual a absorber las incumbencias del temporal, hasta llegar, en ocasiones, a la llamada teocracia, que mejor debiera decirse hierocra– cia. 3 Vaticano II. Constituc. cit., n. 29. 4 Vaticano II. Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religi,ones no cristianas: NOSTRA AETATE, n. 5. 5 H. X. ARQUILLIERE: L'augustnidme politique. Essai su la formati::m des théories politiques du mayen éige, 2 éd., Paris, 1955. Más resumido y preciso en Refiexion sur lessence de l'augustinisme po– litique. Augustinus Magíster, II, pp. 991-1.001.

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