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EL HOMBRE, IMAGEN DE DIOS: DE METÁFORA TEOLÓGICA A RESPALDO... 1937 medio antes de que él repitiera la innoble sentencia sobre el hombre, que ya se halla en Plauto, de donde la toma Ovidio. Contra tan nefasta mentalidad he aquí lo que escribe Vitoria: «La naturaleza estableció cierto parentesco entre los hom– bres. Por donde es contra el derecho natural que el hombre se aparte del hom– bre sin causa alguna. Pues no es lobo el hombre para otro hombre, como dice Ovidio, sino hombre -"Non enim homini horno lupus est, sed homo"-» 74 • La inocencia motiva que Vitoria no sólo otorgue sino que obligue a practicar el derecho de intervención. Se ha abusado tanto de este derecho que hoy todos recelan de él. Pero una vez más el abuso no puede coartar el uso. Y menos aún imponer silencio a la razón moral en el campo de los principios. Vitoria, desde sus altos principios morales, dictamina que la defensa del inocente es un título indiscutible de intervención. Lo aplica al tema de América y escribe: «Esto se prueba porque a todos mandó Dios el cuidado de su prójimo, y prójimo son to– dos aquéllos (los nativos de América). Luego cualquiera puede defenderlos de la tiranía y opresión. Y a quien más incumbe es a los príncipes» 75 • Anote el lector el contraste entre el Príncipe de Maquiavelo, atento sólo al medro que puede obte– ner de sus intervenciones, y la moral política que demanda que intervengan los Príncipes para proteger al inocente. La tutoría tiene también muy mala historia en la vida moderna de los pue– blos. Pero Vitoria se sitúa, una vez más, en el plano de los principios morales. Desde ellos afirma rotundamente, no sólo el derecho sino también la obligación de ejercer la tutoría. En caso de necesidad, cuando algunos pueblos se hallan en situación tan atrasada que rayan en lo infantil -«sicut si omnino essent infan– tes» en frase de Vitoria- la intervención en favor de estos pueblos es legítima. Más aún, exigida la intervención en favor de estos pueblos es legítima. Más aún, exigida por el precepto de la caridad, puesto que ellos son nuestros prójimos y es– tamos obligados a procurarles el bien. Vitoria añade esta condición muy exi– gente, que dora de humanidad toda intervención legítima: «Quede a salvo, y bien claro, que se haga por el bien de ellos (de los nativos americanos) y no sólo en provecho de los españoles» 76 • Con esta sentencia Vitoria señala la base moral de toda legítima colonización. Hoy esta palabra tiene sentido peyorativo. Pero los ingentes abusos de la praxis colonizadora no menguan el valor paradigmático de la doctrina de Vitoria, que razona siempre desde éste su humanísimo princi– pio: «Non enim homini horno lupus est, sed hamo». b) Vitoria frente a la teocracia papal de ALVARO Pelagio Contra el agustinismo político medieval, que culmina en la teocracia papal defendida con tanta resolución por A. Pelagio, con no menos resolución Vitoria la declara infundada. Sobre este tema, tan vidrioso en la Baja Edad Media, ya escribimos un estudio anterior del que tomamos las conclusiones en que Vitoria resume su actitud ante la supuesta teocracia 77 . 74 De indis..., op. cit., pp. 707-709. 75 Op. cit., pp. 720-721. 76 Op. cit., pp. 723-726. 77 E. RIVERA DE VENTOSA: El agustinismo político en Suárez, en: Cuadernos Salmantinos de Filosofía. 7 (1980), 107-120. (El título es ocasional por ser una aportación a un simposio sobre Suárez. Desarrolla más ampliamente el tema en F. de Vitoria).

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