BCCCAP00000000000000000000968

1934 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA tas. La reacción llegó al iniciarse la agitada vida moderna. Yhoy vivimos bajo el signo político de esta reacción a toda clase de absolutismo. Place, en todo, advertir que anteriormente a esta reacción, F. de Vitoria ha– bía señalado una vía política más serena y equilibrada que los extremismos que terminamos de exponer. Es hora de mostrar la vía media del gran pensador. VII. TERCERA VÍA: SANO NATURALISMO TOMISTA Ante la encrucijada renacentista hemos delineado dos vías de salida en lo to– cante a la problemática ético-política: la vía del naturalismo radicalizado que nie– ga -al menos margina totalmente- toda vinculación del hombre con la moral en su actuación política o, al polo opuesto, la vía de un ultraespiritualismo político, forjado en la Edad Media y que con diversos matices, seguía vigente en el Renacimiento. El posterior absolutismo sacro es una secuencia anacrónica del mundo medieval, elaborado por Bossuet en las últimas décadas del siglo XVII. Tuvo gran influencia histórica y, al mismo tiempo, pone muy en relieve la vía media seguida por Vitoria siglo y medio antes. Algún estudioso de seguro re– cuerda que fue J. Bodin, antes de Bossuet, el ideólogo del absolutismo. La his– toria de las ideas lo constata. Pero para nuestro propósito nos ha interesado más proponer aquí el absolutismo de Bossuet por tener un acento sacro del que ca– rece el J. Bodin 69 • Teniendo muy presente este panorama histórico proponemos la tercera vía de Vitoria como un «sano naturalismo tomista». Tres palabras de recio contenido que piden comentario. Decimos primeramente que se trata de un naturalismo, porque Vitoria adjudica plena autonomía a la naturaleza en su campo frente al orden sobrenatural. Esta distinción corre paralela a la tan conocida entre filo– sofía, obra de la razón, y teología, fundada en el dato relevado. El autorizado historiador W. Windelband interpreta esta distinción como un implícito aceptar la teoría de la doble verdad, vigente, según él, no sólo en la Baja Edad Media, si– no también en el Renacimiento y en gran parte de la Edad Moderna 70 • Mucho da para hablar tema tan cimero. Pero parece suficiente recordar aquí que el má– ximo impugnador de la doble verdad fue Santo Tomás. Y sin embargo, este gran doctor patrocina decididamente la distinción neta entre filosofía y teología. Motiva Santo Tomás su oposición a la doble verdad en que tanto la filosofía co– mo la teología proceden de una fuente: la Verdad de Dios. Decimos ulteriormente que el naturalismo de Vitoria es tomista, por vincu– larse explícitamente a Santo Tomás. Este, al principio de su Summa Theologica, enuncia este principio, punto de apoyo y de referencia del naturalismo de Vitoria: «Cum igitur gratia non tollat naturam, sed perficiat» 71 . Por lo mismo, la relación entre naturaleza y gracia no pide oposición y lucha, sino mutua complementa– riedad. Además, esta relación entre ambas es la que se halla conforme con el de– signio divino, que es al mismo creador y redentor. No hay, por lo mismo, afini- 69 Véase JEAN TOUCHARD: Historia de las ideas políticas, tr. esp., 3.ª ed., Tecnos, Madrid, 1970, pp. 227 y SS. 70 W. WINDELBAND: Storia della filosofia moderna, traduzione di A. Oberdorfer. Vallecchi edit., Firenze, 1942, vol. I, p. 5. 71 Summa Theologica, I, q.1, a.Se.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz