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EL HOMBRE, IMAGEN DE Dros: DE METÁFORA TEOLÓGICA A RESPALDO... 1933 no también de todos los pueblos 62 • Haciendo suya la tesis de Dante sobre los dos máximos poderes de la tierra, escribe en su lengua: «Le Sacerdoce dans le spiri– tuel et l'Empire dans le temporel, ne revelent que de Dieu» 63 • No cabe fórmula más clara y precisa para declarar sacra la potestad real. Más detenidamente expone Bossuet que la potestad real es absoluta. Medio siglo más tarde Montesquieu exigirá la separación política del poder ejecutivo, judicial y legislativo. Se le anticipó Bossuet en sentido contrario, al concentrar todo el poder político en el rey. Por lo que toca al poder ejecutivo Bossuet lo dice todo en esta fórmula: «Le Prince ne doit rendre compte a personne de ce qu'il ordenne» 64 • Grandes man– datarios de nuestros días se han declarado responsables únicamente ante la his– toria. Bossuet se adelantó a corregirles, aunque sólo parcialmente, al declarar que todos ellos tan sólo son responsables ante Dios. No es menos categórico respecto del poder judicial, cuando escribe: «Quand le Prince a jugé, il n'y a point d'autre jugement» 65 • Alega para fundar dicho prin– cipio político este impresionante motivo: «Son dioses, y participan en cierto mo– do de la independencia divina» 66 . Respecto del poder legislativo Bossuet es más mesurado. Exige que el Rey se someta a las leyes y que de ejemplo en esta sumisión a su pueblo. Pero le exime de todo poder coactivo que pudiera imponerle penas por sus injusticias. Bossuet tenía ante sí el Antiguo Testamento en el que reiteradamente se lee que los Reyes debían ser los primeros en cumplir la Ley, promulgada por Moisés de parte de Dios. Después de Cristo los Reyes tienen que atenerse a la Ley evangélica e igual– mente a la Ley natural. Pero de nuevo es menester subrayar que, si la infringen, tendrán que dar cuenta a Dios. Nunca a los súbditos 67 • En lo tocante a las leyes peculiares de la nación es poco explícito Bossuet. Mas en su promulgación no tiene que intervenir el pueblo. Son siempre de la autoridad real, la cual ha de promulgarlas con mucho consejo y prudencia 68 . Con este esquema, tipo escolar, queda enmarcado el absolutismo sacro. Contra lo que nuestra sensibilidad política pudiera objetarle porque parece desentenderse del pueblo, hay que decir que para este absolutismo el pueblo ocu– pa en la política un puesto principal como causa final primaria de la actuación del poder sacro. Para bien del pueblo debe siempre gobernar el Rey Absoluto. Y entre los miembros del pueblo los preferidos han de ser los menesterosos y ne– cesitados. Al señalar estas metas a la política Bossuet recuerda la simpática fi– gura del rey de Francia, San Luis, un rey absoluto, estilo época, pero un Rey siempre al servicio de su pueblo. Especialmente, de los más pobres e indefensos. En perspectiva histórica es de lamentar que ejemplo tan preclaro haya servido de pretexto para cubrir ingentes arbitrariedades e injusticias de reyes absolutis- 62 Politique..., op. cit., l.III, a.2, p. 364. 63 Op. cit., LVII, a.5, p. 507. 64 Op. cit., !.IV, a.1, p. 384. 65 Op. y l. cit. 66 Op. cit., p. 385. Amplía este tema en LV, a.4: Ce que c'est que la Majesté, pp. 447 y ss. 67 Politique..., op. cit., LI, a.4, pp. 336-340. 68 Op. cit., !.IV, a.l, pp. 387 y ss.

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