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1930 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA la resonancia histórica del tema damos el texto original en que A. Pelayo sinte– tiza su enseñanza teocrática, en la que el agustinismo político medieval alcanza su cénit. Este es el texto mentado: «Iurisdictionem habet universalem in toto mundo Papa nedum in spi– ritualibus sed temporalibus, licet executionem glandii temporalis et iu– risdictionis per filium suum legitimum imperatorem quum fuerit tam– quam per advocatum et defensorem Ecclesiae et per alios reges et mun– di principes» 51 • Texto tan claro y preciso viene reiteradamente comentado por A. Pelagio. Baste acotar este pasaje en que hace la defensa de su tesis: «Ningún católico, es– cribe, puede dudar de que el Papa sea el sumo Vicario universal de Cristo con la doble potestad que éste tenía. Más aún; no se halla lejos de la herejía quien per– tinazmente afirme lo contrario, pues negaría que Cristo es el creador de la tie– rra y su rey, admitiendo dos principios con los herejes marcionistas,:5 2 • Hasta la línea de lo herético lleva A. Pelagio a quien limite el poder universal del Papa. Por lo mismo es muy obvio que formule esta conclusión de su razonar: «De to– do lo dicho se deduce que el Papa es el monarca universal de todo el pueblo cris– tiano y "de iure" de todo el mundo, de tal suerte que, se quiera o no, todo hom– bre viador está "de iure" sometido al Papa como a su prelado» 53 • La mentalidad teocrática medieval hacía sensible el poder universal del Papa con la imagen de las dos espadas. Hugo de San Víctor y San Bernardo autoriza– ron en su respectiva teología esta imagen visual de las dos espadas. Estuvo muy en boga en el siglo XIII, si bien no la mentan los grandes doctores como Santo Tomás y San Buenaventura. A. Pelayo, en línea con la más exaltada teocracia, reiteradamente acude al símbolo de las dos espadas en defensa del poder papal. Nos remitimos a los textos originales 54 , por no ser necesario aquí ni citarlos, ni comentarlos. 4.º El Emperador al servicio de la Iglesia Las relaciones entre el Papa y el Emperador, entre Juan XXII y Luis de Baviera, era la cuestión más candente en la primera mitad del siglo XIV. En el aspecto doctrinal A. Pelagio tenía frente a sí, no sólo a los doctrinarios imperia– les, Ockham y M. de Padua, sino también a la gran figura de Dante. Aéste le re– pugnaba la lucha entre el Papa y el Emperador, pero veía en ellos dos poderes supremos, establecidos por el mismo Dios para regir el mundo en lo temporal y en lo espiritual. Absurda una lucha entre ellos. Pero no menos absurdo concen– trar en un solo ambos poderes 55 • Contra ambas tendencias doctrinales se revuelve A. Pelagio al declarar que todo Emperador es un hijo más de la Iglesia. Su abogado y defensor; nunca su 51 Op. cit., a.13, p. 346. 52 Op. cit., a.37, p. 464. 53 Op. cit., a.37, p. 472. 54 Pueden leerse los textos aludidos sobre las dos espadas en la Iglesia en la op. cit., pp. 268,416,435. 55 Hace sentir el tema con poética pasión y de modo reiterado en la Divina Commedia. Pero es te- ma central en su obra Monarchia, de la que tenemos a mano una traducción en B.A.C.: Obras com– pletas de Dante Alighieri. Madrid, 1956, pp. 859-950.

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