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1928 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA bre la medida de todo. Peor fue la actitud de Callicles, quien zahiere el noble Sócrates, tachándole de viejo chocho por no querer comprender que la justicia acompaña siempre al que está dotado de fuerza para imponerse a los otros 44 • En estos sofistas es donde Maquiavelo tiene su prehistoria. Es decir: en lo peor del mundo clásico. Con razón, pues, dijimos que la moral de Maquiavelo era nefas– tamente nueva, no sólo respecto de la moral cristiana sino también respecto de la mejor moral del mundo antiguo. En verdad, bien puede decirse que a los pies de Maquiavelo nace la llamada «razón de estado», sin que éste la nombre. Terrible «razón», que ha dado la pau– ta política a las relaciones que han tenido entre sí las naciones modernas. No es cosa de hacer aquí la larga y enconada historia de la misma. Lo ha hecho dete– nidamente F. Meinecke 45 • Aquí nos interesa subrayar, como conclusión, que en la encrucijada del Renacimiento la moral política, propuesta por Maquiavelo, fue la vía que tomó un naturalismo radicalizado, que planeó en la época moder– na, la apoteosis del hombre frente a Dios. Este irá siendo paulatinamente nega– do hasta llegar a su total eliminación en un ateísmo plenamente consciente. El de nuestros días. VI. SEGUNDA VÍA: ULTRAESPIRITUALISMO POLÍTICO Se ha acusado a la piedad popular de exageraciones espiritualistas. Como si en múltiples ocasiones no constara más que con la Transcendencia. «Lo que Dios quiera» dice con ingenua resignación. Pero es que también en la política topamos con exageraciones ultraespiritualistas, tanto en el orden doctrinal como en el práctico de la realidad histórica. El agustinismo político de la Edad Media y el ab– solutismo sacro son dos mentalidades ético-políticas que rebasan las serenas exi– gencias del espiritualismo cristiano. De ambos es necesario tener presente su si– lueta cultural. Esto nos facilitará comprender mejor la actitud de Vitoria al refu– tar el agustinismo político, todavía vigente en su tiempo, y al anticiparse en la im– pugnación del absolutismo sacro, doctamente expuesto y defendido por Bossuet. a) Agustinismo político medieval Como rectamente se escribe, siguiendo a H. X. Arquilliere 46 , la nota distinti– va del agustinismo político consiste en su tendencia a absorber el orden natural en el sobrenatural, al no distinguir rectamente entre razón y fe; entre filosofía y teología. También se le llama teocracia medieval, debido a que daba tal preva– lencia a la Iglesia en sus relaciones con el Estado que éste venía a estar a su ser– v1c10. Siguiendo nuestro método vinculado a los textos, vamos a mostrar al vivo es– ta mentalidad teocrática medieval en un doctor de segunda categoría, ÁLVARO Pelagio. Lo elegimos porque, si bien carece de originalidad hasta llegar en oca– siones al plagio admitido en su tiempo, tiene para nosotros la ventaja de trans– parentar ingenuamente la mentalidad teocrática tal como era intensamente pen- 44 Idem, Gorgias, 482 ss. 45 FRIEDRICH MEINECKE: Idee der Statriison in der neuren Geschichte, Leipzig, 1924. 46 H. X. ARQUILLIERE: L'agustinisme politique. Essai sur la formation des théories politiques du mayen dge, 2 éd., Paris, 1955.
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