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EL HOMBRE, IMAGEN DE Dros: DE METÁFORA TEOLÓGICA A RESPALDO... 1927 atreveré a decir, escribe textualmente, que le serán dañosas, teniéndolas y con– servándolas siempre. Pareciendo tenerlas, son útiles, como aparentar ser piado– so, fiel, humano, religioso ... ». De todo ello concluye que el político debe estar a los vientos de la fortuna, según lo vaya exigiendo la variación de las cosas. Pero ha de tener muy presente que no ha de contar con el bien, sino que ha de entrar por lo malo, siempre que de ello tenga necesidad. Breve es el comentario a la tercera afirmación de que el fin justifica los me– dios. Vuelve a repetir con implacable cinismo esta nefasta observación. Logrado el éxito, los medios son siempre juzgados por el vulgo honrosos y muy dignos de alabanza, pues el vulgo está siempre del lado de lo que ve triunfar. Y vulgo es lo que predominan en el mundo, no habiendo lugar en él para los pocos que pien– san y disienten 42 . Para juzgarlo innecesario, dejamos de exponer la clara inmoralidad de las dos primeras afirmaciones, para hacer justicia a la tercera. Se la recuerda casi siem– pre con demasiada benevolencia. Consiste éste en que, al condenar que el fin jus– tifica los medios, se parte casi siempre de que el fin es en sí bueno. La aplica– ción de este principio se ve al ojo cuantas veces se ha intentado -ayer y hoy- de– fender el Evangelio con medios inmorales. No puede el gran fin del Evangelio recubrir moralmente medios constitutivamente antievangélicos. Pero no es éste el caso de Maquiavelo, ya que, si es inmoral declarar que to– do medio es legítimo, peor es todavía proponer una monstruosa inmoralidad co– mo meta. Esta inmortalidad propone Maquiavelo, al atestiguar que la política es, en sí y por sí, meta última y fin supremo del Príncipe. Para recordar que en la Summa Theologica, Pars Secunda, Santo Tomás reflexiona largamente sobre el movimiento del hombre hacia su fin, que es Dios, por medio de los actos hu– manos. Dios como meta, los actos humanos como medios para ir a El, es la cla– ve de la moral cristiana. Ante este esquema aparece la inmoralidad suma de Maquiavelo al invertir este orden. Llega hasta hacer de Dios y de la religión, que vincula con El a los hombres, un medio para lograr el codiciado éxito político. En la mentalidad de Maquiavelo la sentencia de que el fin justifica los medios es mala en su segunda parte. Pero es peor en la primera, al testimoniar que el éxito político es el supremo bien en las relaciones humanas. No estamos, por lo mismo, conformes con quienes afirman sin más que Maquiavelo retornó al paganismo clásico. Hay que añadir que retornó a lo peor de aquel paganismo. Platón, Aristóteles, Cicerón -por mentar algunos- autori– zan mi afirmación. Por brevedad recordamos tan sólo este pasaje del discurso fundacional de la nueva polis de Platón. Este lo pone en labios del interlocutor ateniense en su obra de ancianidad. Las Leyes: «El dios ha de ser, ciertamente, nuestra medida de todas las cosas, mucho mejor que el hombre, como por ahí suelen decir. El que haya de ser amado por este dios, es necesario que se haga a sí mismo, hasta donde alcancen sus fuerzas, semejante a él» 43 . Platón afirma que la suprema moral del hombre consiste en asemejarse a Dios, que es la medida de todo. Lo afirma una vez más contra el sofista Protágoras, a quien aquí ex– presamente no nombra, cansado de refutarle en su pretensión de hacer del hom- 42 Op. cit., pp. 87-90. 43 PLATÓN: Las Leyes, 7.160.

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