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1926 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA sentir en el pensamiento y en la praxis de gran parte de la política moderna. Forja Maquiavelo un pensamiento político, al que llamamos naturalismo radicalizado. Para un pensador cristiano este pensamiento señala una inflexión maléfica en el campo de la política, al escindida de todo influjo moral. Para L. Pastor, Maquiavelo es el más genuino representante del Renacimiento pagano 40 • Ya su vida privada optó por paganizada, al margen de toda ley moral. Peor fue, si cabe, su producción literaria, cuyas comedias redundan en obsceni– dad. Pero su influjo histórico lo ha hecho sentir sobre todo con su obra Il Príncipe. Con esta obra hoy tenemos todos qué contar. Nos hallamos bajo su im– pacto aun sin quererlo, como se dirá. Acotamos aquí un pasaje de Il Principe. En él Maquiavelo nos declara pala– dinamente su nueva mentalidad, la cual es, en verdad, nueva no tan sólo respecto del pensamiento cristiano medieval, sino también respecto del mejor pensa– miento clásico. El pasaje que acotamos es el epígrafe del número XVIII. Dice así: «La lealta puo essere damnosa al Principe il quale, oltre all forza e il diritto, <leve ricorrere all'astucia per sonservare il principato. Infatti de– ve sembrare, piu che essere, buono, leale e religioso, dato che il fine gius– tifica i mezzi» 41 • Tres afirmaciones, cruciales en filosofía política, formula este breve texto: proclamar que la astucia debe tener primacía sobre la lealtad; declarar que lo importante y decisivo no es tanto ser bueno, como parecerlo; enunciar el prin– cipio práctico de que el fin justifica los medios. De sus tres afirmaciones de Maquiavelo un sucinto comentario del que extractamos lo más signif:cativo. Justifica la primera afirmación con el argumento irrebatible de que así se ac– túa, de hecho, en política. Apena tener que reconocer que las múltiples tropelí– as que a su vista se estaban a diario cometiendo, le daba un realista motivo pa– ra su afirmación. Pero esta argumentación era tan sólo válida desde el presu– puesto maquiavélico de que en política únicamente cuenta el éxito. Desarrolla luego un razonamiento doctrinal, fundado en que hay dos modos de combatir: con la ley o con la fuerza. La primera es propia del hombre; la segunda de la bes– tia. De esta distinción infiere que si al Príncipe le basta atenerse a la ley debe ob– servarla. Pero si esto no basta, entonces no tiene por qué tener reparo el Príncipe en actuar como la bestia. Dos tiene ante sí Maquiavelo: el león y la vulpeja. Con cierto humorismo advierte que ni el león se defiende de los lazos tramposos, ni la zorra de los lobos. En estos dos modelos debe hallar el Príncipe una gran lec– ción política. El problema para él consistirá en detectar cuándo tiene que actuar como león, o cuándo como vulpeja. En todo caso, nunca debe tener reparo en saltar sobre la fe de la palabra dada. No le faltarán razones para dar buen colo– rido a sus enredos engañosos. La segunda afirmación de que es mejor parecer bueno que serlo, la comenta de este modo sucinto. Aun Príncipe no le es necesario que tenga las buenas cua– lidades que todos desean en él, pero es menester que parezca que las tiene. «Me 40 L. PASTOR: op. cit., vol. V, p. 185. 41 NICCOLO MACHIAVELLI: Il Príncipe. Fratelli Fabbri Edit., Milano, 1968. (I Grandi della Letteratura), p. 87.

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