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1922 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA sunt servanda» 30 • El que muchos considerasen a los pactos entre naciones pape– les de estraza cuando les perjudicaba el observarlos, habla bien claro del funda– mento inconsiste del pensamiento político moderno, al dar tanta significación al pacto -covenant-. En contraste con este penoso panorama teórico y práctico alegra sobrema– nera la excelsa concepción de Vitoria, quien, unos años después que Maquiavelo mentara a las bestias felinas, simbolizando al hombre, y un siglo antes de que Th. Hobbes se acordara del lobo, preconiza que «la amistad entre los hombres parece ser de derecho natural y contra la naturaleza el impedir la compañía y consorcio de los hombres que ningún daño causan» 31 . Por comentario a tan hu– mana enseñanza, en la página siguiente escribe: «Es contra el derecho natural que el hombre se aparte del hombre sin causa alguna. Pues no es lobo el hom– bre para otro hombre, como dice Ovidio, sino hombre». Con emoción recojamos en su latín la egregia sentencia de Vitoria: «Non enim homini hamo lupus est... sed homo» 32 • No menciona en esta ocasión su querida idea sobre el hombre imagen de Dios. Pero sin duda se halla como fuerza latente en este su gran mensaje que, lamen– tablemente nuestra historia no tuvo en cuenta. Pero será siempre perenne lec– ción de Vitoria la que dio en su momento crucial, al señalar la trayectoria espi– ritual que el hombre moderno debió seguir. Para desgracia suya le atrajo más la consigna de Maquiavelo de ser oportunísticamente felino, o lo de Hobbes de no portarse como cordero en el agreste monte de los lobos. No nos maravillemos de que hoy se nos hable de que el hombre se halla ya en las fauces de la bestia innominada del «Nihilismus». c) Universalismo cívico y religioso A los ojos de Vitoria desaparecía en su tiempo el régimen de Cristiandad. Inútiles fueron los esfuerzos de Carlos V para mantenerla en lo más sucesivo. Pero es que, además, el encuentro con el nativo americano motivó el que Vitoria considerase inviable con ellos el régimen de Cristiandad, al no tener aquellos pueblos la menor relación con la misma. Hasta entonces la Cristiandad, a los vo– luntariamente marginados a ella, judíos, moros e infieles, los consideraba como contrarios, al tener que relacionarse con ellos de un modo o de otro. Pero ante la ingente multitud de los pueblos aborígenes de América el régimen de Cristiandad era inaplicable. Nace entonces pujante en el espíritu de vitoria un doble universalismo, para agrupar a todos los hombres y a todos los pueblos. Este universalismo lo vio como futuro, en el doble campo cívico y religioso. Bien pudiéramos ver en este universalismo la NUEVA CRISTIANDAD de los tiempos modernos. Desde el punto de vista cívico o meramente humano todos los pueblos for– man lo que Vitoria llama «totus orbis». Y siendo todos parte de un único orbe, están llamados a relacionarse y entenderse. Terminamos de decir que juzga de 30 De este principio jurídico hizo tema central en su radiomensaje de Navidad, 1941, con estas pa– labras, dichas en italiano: «Sono da stabilirsi mezzi appropiati, onorevoli per tutti ed efficaci, per ri– donare alla norma pacta sunt servanda -i patti devano essere osservati-, la funzione vitale e morale che le spetta nelle relazioni giuridiche fra gli Stati» (Acta Apostolicae Sedis 34 (1942) 18. 31 De Indis. Relectio Prima. De los títulos legítimos, n. 2. Obras ... , p. 707. 32 O. y l. cit., n. 3, p. 709.

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