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1920 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA sólo en la doctrina y moral cristianas, sino en un elemental sentido humanísti– co»2s _ Un documento tan saturado de autoridades, como se leen en su trasfondo, pudo haberse apoyado también en el gran doctor de Salamanca, quien en el si– glo XVI puso en relieve los derechos del niño porque la imagen de Dios se halla impresa en su diminuto ser. Ya en el seno materno son imágenes de Dios en el mero orden de la naturaleza. La imagen de Dios en el niño, fuente y respaldo de sus más altos derechos, es también -digámoslo confiados- la esperanza de un mundo mejor en la línea que nos señala Vitoria y que vamos a precisar en nues– tro tercer apartado. 3. 0 Vitoria en la encrucijada del mundo moderno Al proclamar Vitoria que el hombre es imagen de Dios, en la que se funda– mentan sus más altos derechos, puso el basamento de un mundo humano y cris– tiano. Y sin embargo, el mundo se embarcó ante sus ojos en una nave que hoy amenaza hundirse. En nuestra época esta nave busca puerto, difícil de hallar, pues Heidegger la ha sentenciado llamándola época del «Nihilismus». Es para preguntarse a qué se ha debido tan mala singladura. Las respuestas son numerosas. Y hay publicada toda una literatura sobre la llamada crisis del Humanismo, del Renacimiento, de la Modernidad, etc. Aquí quisiéramos iluminar esta crisis desde Vitoria. Cuanto vamos a decir viene a ser, por otra parte, un necesario complemento de los dos apartados anteriores. En tres puntos expondremos esta nueva temática: apertura de Vitoria a una sana se– cularización; amistad nativa de todos los pueblos; universalismo mundial, cívi– co y religioso. a) Apertura de Vitoria a una sana secularización Se le ha reprochado a Vitoria su tendencia secularizante. ÁLVARO D'Ors es duro con éF 9 • Pese a esta crítica hay que subrayar en este momento su equilibrio aleccionador. Se halló en medio de tendencias contrarias. Y sobre e1las supo al– zar la bandera de una sensata secularización que preludia la del Vaticano 11. Ya hemos cuestionado reiteradamente el pesimismo medieval que culmina en Lutero -más radicalizado en Calvino, cuya doctrina ya no tiene en cuenta Vitoria-. Contra tal pesimismo Vitoria reafirmó muy categórico que el hombre, aun envuelto en pecado, sigue siendo en su naturaleza racional imagen de Dios. Mantiene, por lo tanto, su grandeza y su responsabilidad. En sentido muy distinto, en los días de Vitoria formulaba Maquiavelo en to– das sus obras, pero de modo más claro y denso en El Príncipe, su concepción pa– gana del hombre que vive en sociedad. Sin referencia a la moral trascendente fundada en Dios, declara cínica y fríamente que la única ley del hombre que vi– ve en sociedad es el éxito. Esta es la meta que ante todo han de tener presente cuantos gobiernan. Estos deberán actuar unas veces estilo león, echando la zar– pa, y otras estilo vulpeja, contorsionándose cuanto fuera menester. 28 Sobre el aborto, n. 74. (Comisión Episcopal Española). Ecclesia, 20-4-1991, p. 34. 29 ÁLVARO D'ORS: Vitoria y la crisis del imperio. Francisco de Vitoria en el IV Centenario de su muerte. Universidad de Santiago, 1946, pp. 59-76.

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