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EL HOMBRE, IMAGEN DE DIOS: DE METÁFORA TEOLÓGICA A RESPALDO... 1917 pero el hombre es imagen de Dios por naturaleza» 20 • No cita a Santo Tomás en esta ocasión, como es su costumbre. Pero la doctrina ciertamente se halla en el gran doctor. Esto es tanto más de advertir por cuanto, como ya indicamos en la primera sección, Dios mismo conminó a los hijos de Noé el no mancharse con sangre homicida, por ser el hombre imagen de Dios. A lo largo de los siglos se mantuvo el mandato, pero la motivación bíblica quedó más bien en silencio. El mismo San Agustín, tan genial al exponer la imagen de la Trinidad en el alma, no deduce los derechos humanos, exigidos por su visión trinitaria del hombre. Santo Tomás tiene, sin embargo, otra perspectiva ante sí. Al comentar que el sagrado texto declara al hombre señor de toda criatura, añade por su cuenta: «Intelligitur, quae non sit ad imaginem Dei» 21 • Es decir, se ha de entender que el hombre es señor de toda criatura, pero tan sólo en el caso de que no sea imagen de Dios. Con ello nos dice el santo doctor que la bella metáfora metafísico-bí– blica del alma imagen de Dios de una alta motivación a los que hoy defendemos como derechos humanos. En efecto, el ser imagen de Dios da dominio sobre los seres inferiores, al mismo tiempo que quien la posea no pueda ser objeto de do– minio. Como por muchos caminos sabemos que entre los seres visibles tan sólo el hombre posee en sí la imagen de Dios, se sigue del principio enunciado por Santo Tomás que sólo el hombre, por una parte puede ser sujeto de dominio, y por otra parte nadie tiene de suyo dominio sobre él. In nuce nos hallamos aquí con la repulsa de toda esclavitud y servidumbre. Circunstancias históricas la han introducido bajo el señuelo de motivaciones aparentemente válidas. Pero el sa– no naturalismo de Santo Tomás la rechazaba desde lo más hondo de su alta con– cepción del hombre como imagen de Dios. III. APORTACIONES DE FR. DE VITORIA Se ha dicho que toda metáfora es un pequeño poema. Pequeño poema es, en verdad, ver en el hombre la imagen de Dios. Lo recordarnos al iniciar nuestra re– flexión sobre Vitoria porque en él el pequeño poema toma caracteres de epope– ya. Tan alto y amplio es el contenido doctrinal de este pensador. Lamentablemente, por adversas circunstancias históricas, no tuvo en la pra– xis el influjo benéfico que anidaba en su entraña como un programa. En tres momentos presentamos las aportaciones de Vitoria, al reflexionar so– bre la imagen de Dios en el hombre. l.º La imagen, plenitud del sano naturalismo tomista Santo Tomás, el indiscutible maestro de Vitoria, más o menos consciente– mente impugnó de modo decidido el legado doctrinal de siglos que veía con len– te pesimista la naturaleza humana bajo el lastre de una mala inclinación. Aceptó ciertamente la tesis del pecado original, pero puso freno a su supuesto influjo maléfico, al limitar este influjo a la pérdida de los dones gratuitos, tanto sobre– naturales, gracia y virtudes, como preternaturales, inmortalidad, impasibilidad, 2 ° FRANCISCO DE VITORIA: De Indis. Relecttio Prima. Obras, ed. T. URDANOZ. B.A.C., Madrid, 1960, p. 654. 21 Summa Theologica, I, 96, 2.

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