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1916 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA Esta sucinta traducción de Santo Tomás nos ilumina sobre la verdadera con– dición de la naturaleza humana después del pecado. Contra la tendencia preva– lente durante siglos que veía a la naturaleza humana «corrompida», Santo Tomás afirma que el pecado no le ha hecho perder nada de lo que le era esencial. Y con– firma ésta su actitud con el análisis del hábito mental de la sindéresis, tema hoy muy descuidado. Según el gran doctor, por este hábito percibe el alma los pri– meros principios del orden moral. A su conocimiento sigue una inclinación a practicarlos 16 • El doctor franciscano, San Buenaventura, completa en esta oca– sión a Santo Tomás, pues afirma que la sindéresis, no es tanto una aprehensión intelectual cuanto una tendencia primaria y fundamental hacia los valores mo– rales17. Este clima, tan distinto al que hemos diseñado en la Primera sección, recibe un esplendente marchamo en esta sentencia de Santo Tomás. Previa a ella, es– tablece un paralelismo entre la tendencia sobrenatural de la gracia y la de la na– turaleza. Al formular su correlación enuncia su sentencia: «Non enim minus est ordinatus affectus charitatis, qui est inclinatio gratiae, quam appetitus natura– lis, qui est inclinatio naturae; utraque enim inclinatio ex divine sapientia proce– dit»18. De seguro que esta sentencia del Angélico hubiera molestado al doctor de Hipona. Pero ella abrió la puerta a un alto y sano naturalismo humanista, cuya fecundidad llega hasta nuestros días. Un príncipe cristiano se sentía obligado a cumplir el mandato de Jesús: «Bautizad a todos los pueblos ... ». Pese a todo y contra la opinión de maestros autorizados, Santo Tomás afirma categóricamente que, mientras el niño no lle– ga a disponer de sí, es una prolongación de sus padres. Ellos tienen el derecho en lo referente a su bautismo y educación 19 • Desde el punto de vista de las relaciones Iglesia y Estado, el agustinismo po– lítico, que las malentendió, perdía, en esta autonomía del orden natural, pro– puesta por el doctor de Aquino, el apoyo de los argumentos tradicionales a su favor. Adecir verdad, Santo Tomás se limitó a sí mismo en la aplicación de esta autonomía a las ingerencias de la Iglesia en el Estado. Pero el germen bueno lo había echado al surco de la historia. Ya llegará el buen tiempo de dar excelente cosecha. La imagen de Dios en el hombre, fuente de derecho En este sano naturalismo tomista que estamos exponiendo llegamos al mo– mento central relacionado con nuestro estudio. Santo Tomás es muy sobrio al hablar de tema tan cuestionado en los siglos que le siguieron. Pero es lo sufi– ciente explícito. En nuestro razonamiento partimos de esta afirmación de Vitoria que más tar– de comentaremos detenidamente. Al inquirir porqué el hombre tiene dominio sobre las cosas, afirma con decisión: «El dominio se funda en la imagen de Dios; 16 Summa Theologica, I, 79, 12. 17 In JI Sent., d.39, a.2, q.l, ad 4. 18 Summa Theologica, 11-11, 26, 6. 19 Summa Theologica, 11-11, 10, 12.

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