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80 ENRIQUE RIVERA La ingenuidad amigable de los primeros compañeros del Santo, tran– parente en ese recuerdo franciscano de la primera hora que lleva por título, Legenda Trium Sociorum, nos facilita evocar el momento cum– bre de esta primera vivencia. Tiene lugar, cuando Francisco, ebrio en su noble entusiasmo caballeresco, se dispone a adoptar planes efectivos para lograr ser un auténtico caballero. Francisco tuvo entonces el inelu– dible sueño que todo aspirante a caballero soñaba. Dejemos la palabra a los Tres Compañeros que nos cuenten cómo «durante el sueño de aquella noche se le apareció un personaje que le llamó por su nombre y lo condujo a un palacio alto y magnífico, con una bella prometida y lleno de armas militares ... Admirando gozosamente qué podría ser eso, preguntó de quién eran armas tan relucientes y palacio tan hermo– so. Y tuvo por respuesta que todo aquello, más el palacio, eran suyos y de sus soldados» 12 • Dudo pueda describirse de modo más candoroso y veraz la vivencia caballeresca de San Francisco en lo que tenía de más humano. Pero, a la vuelta de la página, los mismos Tres Compañeros nos informan con idéntico candor cómo este ideal se transforma a lo divino. En efec– to, al llegar Francisco a Spoleto al atardecer de su primera jornada de «caballero a lo mundano», necesita descansar. Pero he aquí que en el primer entresueño Francisco oye una voz ·que le dice: «¿Quién te puede ayudar más, el señor o el siervo?». Y como respondiera que el señor oye que le replica la voz, arguyéndole: «¿Por qué, pues dejas al señor por el siervo y al príncipe por el criado?». Un rayo de luz ilumina entonces. la conciencia de Francisco. Esta luz le hace ver en un instante que hay otra caballería más noble y elevada que la terrena. Francisco lo comprende intuitivamente y contesta a la. voz: «Señor, ¿qué queréis que haga?». Con estas breves palabras Francisco se declara en seguimiento del mejor de los Señores, como caballero «a lo divino». Terminamos de decir que las notas del genuino caballero eran el sentido de heroico servicio, la fidelidad disciplinada hacia su Señor y el compañerismo leal a sus colegas. Léase con detención la vida de San Francisco y dígasenos si toda ella no es un dechado de estas virtu– des caballerescas. No hay espacio para hacer comentario ahora. Pero no podemos menos de recordar el atestado que el Espejo de Perfección nos da de esta arenga de San Francisco que principia así:· «El empera– dor Carlos, Roldán y Oliveros y todos los capitanes y esforzados caba– lleros lucharon de firme contra los infieles, sin perdonarse fatigas ni grandes trabajos... » 1 3. Rezuma esta arenga espíritu caballeresco «a lo 12. Leyenda de los Tres Compañeros, cap. III, n. 5-6. Trad. españ. en San Francisco de Asís. Escritos - Biografías... B.A.C., Madrid 1978, p.535. 13. Espejo de Perfección, n. §. Trad. espaft. en San Francisco... P. 698.
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