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102 ENRIQUE RIVERA a primar sobre el de «monachus-solitario» 51 • Los relatos que refiere so– bre esta vivencia fraterna en los días de la primavera franciscana son exquisitamente deliciosos. Dígase lo mismo de los que alega L. lriarte en su pulcra monografía, Vocación Franciscana 52 • Todos ellos pudie– ran resumirse en el encantador informe de los Tres Compañeros, cuan– do escriben: «Se amaban (los hermanos) con íntimo y mutuo amor, se servían unos a otros y se atendían en todo, como una madre lo hace con su único hijo queridísimo. Era su caridad tan ardorosa, que les parecía cosa fácil entregar su cuerpo a la muerte, no sólo por amor de Cristo, sino también por el bien del alma o del cuerpo de sus her– manos». Como prueba de que en verdad era así, refieren la anécdota, pura flor franciscana, del demente que tira piedras a los hermanos y hay competencia entre ellos por ponerse delante para que al compañero no le alcance el guijarro lanzado por el demente 53 • Sin embargo, no siempre se buscan las raíces sanas de esta fraterni– dad que San Francisco pregonó por doquier. El ciertamente las hallaba en lo que afirma en el texto citado. En efecto, frente a tantas definicio– nes como se han dado del hombre en el plano moral: «Homo homini lupus... agnus... homo... Deus», San Francisco es más sencillo y más profundo. Más bíblico habría que decir. Y con la Biblia en la mano hace ver que el hombre es semejante a Cristo y debe vivir asemejándose a él. Esta es su grandeza en igualdad fraterna. Pero el hombre puede igualmente tomar el camino torcido del pecado hasta llegar de nuevo a crucificar a Cristo. Insondable miseria que nos afecta a todos y en la que San Francisco nos siente tambíen, con compasión dolorida, hermanos5 4 • Se estudia hoy el humanismo franciscano dentro de la corriente an– trológica de nuestro momento. Con ilusión hemos colaborado a este estudio. Ahora, sin tratar de r-ectificar en nada lo dicho por mí y dicho mejor por mis colegas 55 , no puedo menos de poner en máximo relieve que San Francisco ve primariamente al hombre, no desde el hombre 51. H. FELDER, Los ideales... o.cit., t. II, p. 23. 52. L. IRIARTE. Vocación franciscana... o.cit., p. 161-184, 53. Leyenda de los Tres Compañeros, cap. XI, n. 41-42. En San Francisco... p. 554-555. 54. El tema de la fraternidad "en y por la compasión se ha hecho muy sensible en Occidente bajo el influjo de la filosofía oriental, especialmente de la filosofía budista, tan valorada por A. Schopenhauer. En M. de Unamuno se halla un eco nada apagado de esta concepción que nos hace sentirnos en fraternidad hasta con la lejana estrella Aldebarán, abocada como nosotros al no-ser. Aludimos, aunque sólo de paso a este tema unamuniano en nuestro ensayo, Unamuno y Dios Edit. Encuentro, Madrid 1985. 55. Véase mi estudio: Visión del hombre en San Francisco y la antropología actual, en San Francisco ayer y hoy, edítorial Cisneros, Madrid 1977, p. 73-96 (publicado tam– bién en Estudios Franciscanos 78 (1977) 93-110. - Al tema ha dedicado un interés el fran-
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