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/4 w1._ (ylv /t' ·--- ''-,, 1/ ~.A.Jv.,i. ~¡-.G,vw,,1.._ ~ pv'"' \t1VENC DE ~ e,,-, e~ Una anécdota casera me puede servir de punto de partida para esta reflexión muy meditada. Hablaba con un docto investigador francisca– no y le indiqué mi propósito de escribir un estudio sobre San Francis– co. Con algo de desplante me contestó: ¿Pero es que sobre San Fran– cisco puede investigarse algo que merezca la pena después de tanto co– mo ya se ha investigado? Su respuesta me dejó más que frígido. Pero, conociéndolo como lo conocía, le repliqué para mis adentros que hablá– bamos en perspectivas distintas. A él, historiador profesional de archi– vos y fondos de bibliotecas, no le parecía posible hallar nuevo acopio de materiales de importancia sobre la vida del Santo a los muchos ya recogidos y coleccionados. Pienso que no puedo ni debo emitir un juicio sobre esta afirmación. Pero desde mi perspectiva pensaba y sigo pensando que lo mejor sobre San Francisco nos queda aún por hacer. Y esto mejor es leer en su alma las extraordinarias vivencias de la misma. Es cierto que con pie– dad filial se -ha acercado al alma de San Francisco más de un hijo suyo, dedicado a la investigación. Hasta mentar el alma de San Francis– co etl el mismo título de su obra, como lo hacen, por recordar casos ejemplares, Emilio de Ascoli, El alma de San Francisco 1 y Valentín Bretón, El Cristo del alma franciscana 2 • Pienso, sin embargo, que resta l. EMIDIO DE Ascou, El alma de San Francisco, tr. CRISPIN DE RIEZU, Bilbao 1955. 2. V ALENTIN M. BRETON, El Cristo del alma franciscana, tr. de M. DE MEYER PE– REGRINL Edic. Pax et Bonum, Buenos Aires 1941. ESTUDIOS FRANCISCANOS 89 (1988) 75-107

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