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VIVENCIAS PRIMARIAS DEL ALMA DE SAN FRANCISCO 97 los sacramentos a las cosas: la presencia de Dios en ellas y la eficacia de las mismas por ser cauces de su bondad. Analicemos con alguna detención estas dos notas. Por lo que toca a la presencia de Dios en las cosas, es necesario, para mejor aclararlo, distinguir un doble movimiento de la mente: as– cendente y descendente. Por el movimiento ascendente sube ella de las cosas a Dios; por el descendente, desde Dios prospecta las cosas, aba– jándose hasta ellas. San Buenaventura, en el capítulo I del Itinerarium, expone cómo todas las creaturas nos impelen a subir, de tal suerte que si en los esplendores de las cosas no vemos a Dios, es que estamos ciegos; si sus clamores no nos despiertan, es que estamos sordos, etc, .. Este es el movimiento ascendente del alma. El mismo doctor seráfico, como ya dijimos anteriormente, hace ver cómo San Francisco se servía de todos los seres como de una «escala para subir hasta Aquel que es todo deseable» 43 • Pero junto a esta escala ascendente San Francisco tuvo la experien– cia de ver a Dios fuente de todo, de tal suerte que se puede hablar en este caso de una mirada sobre las cosas desde el mismo Dios en escala descendente. San Juan de la Cruz, en su comentario al Cántico Espiritual, pone bien en claro esta distinción. Después de exponer, en las trece primeras estrofas, los ímpetus arrebatados del alma en busca de Dios, rastreando al amado «por bosques y espesuras», es decir, por la creación entera, pasa en la estrofa XIV a contemplar estas mismas cosas como reflejos y destellos del Amado. Según esto, San Juan de la Cruz en las trece primeras estrofas describe el proceso ascendente del alma, mientras que en las siguientes es el proceso descendente el que intenta aclarar. Lo muy de notar para nuestro caso es que San Juan de la Cruz, en este momento central de su estudio, tiene ante sí a la figura de San Francis– co. Y comenta su conocido dicho: «Dios m{o y todas las cosas» Lo comenta en el sentido de distinguir un doble momento en la experiencia del Santo: «ver todas las creaturas en Dios» y «s_entir serle todas las cosas de Dios». Evidentemente, el primer momento: «ver las creaturas en Dios», es el momento ascendente y lo ha expuesto el místico doctor en sus primeras canciones. En el segundo momento, por el contrario, al sentir «ser todas las cosas Dios», desde Dios se contemplan éstas como reflejos y destellos del mismo. Este momento descendente lo ex– pone a continuación San Juan de la Cruz, al declarar los delicados versos de la estrofa XIV, que comenta así: «Mi Amado, las montañas. Las montañas tienen altura, son abundantes, anchas y hermosas ... Es– tas montañas es mi Amado para mí. Los valles solitarios nemorosos. 43b. S. BUENAVENTURA, Leyenda Mayor, cap. IX, n. 1, en San Francisco... p. 436.

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