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96 ENRIQUE RIVERA Quinta vivencia: LA NATURALEZA, REFLEJO DE DIOS Y CAUCE DE SUS BONDADES Ha sido muy ponderada la sentencia de Aristóteles en la que afirma ser la poesía «más digna de atención y más filosófica que la historia». Tal sentencia pocas veces es más verdadera que en el relato de Las Florecillas que vamos detenidamente a repensar. Este relato, poesía en prosa, refiere que San Francisco y Fray Maseo recurren en un pueblo «a la mesa del Señor», pidiendo limosna de puerta en puerta. Ya a las afueras del mismo se disponen a comer el pan de la limosna. San Francisco se dirige entonces a Fray Maseo para reiteradamente decirle: «No somos dignos, oh hermano Maseo, de un tesoro como éste». <<Pe– ro, Padre carísimo -le replica Fray Maseo-, ¿cómo se puede hablar de tesoro donde se da tanta pobreza... ? Aquí no hay ni mantel, ni cuchillo, ni platos, ni casa, ni mesa, ni criado, ni criada... » «Pues esto es -repuso San Francisco- lo que yo juzgo gran tesoro: el que no haya aquí cosa alguna preparada por la industria humana, sino que todo lo que hay nos lo ha preparado la santa Providencia de Dios, como lo demuestra claramente el pan obtenido de limosna, la mesa tan hermosa de piedra y una fuente tan clara» 42 • Es de lamentar que esta piedra tan preciosa del pensar y vivir fran– ciscanos no haya sido suficientemente ponderada. Hay una afortunada excepción en la obrita del P. Cuthbert: Saint Francis and the poverty. Pese a ser poco citada y comentada vemos en ella una iluminada pene– tración en los arcanos de alta filosofía y piedad que pasaban por la mente de San Francisco, al contemplar éste sobre la piedra límpida el pan de la caridad. Dos motivos señala el docto franciscanista en este idílico relato. En primer término, la deliciosa convivencia de San Fran– cisco con la naturaleza, a la que éste veía como reflejo del Creador; en segundo lugar, lo que con atrevida fórmula teológica llama «the sacramental character of created life» 43 • Detengámonos, por brevedad, en este segundo aspecto que incluye también el primero. Es innecesario decir que el P. Cuthbert no ve en la creatura que contempla San Francisco un estricto sacramento, pero sí algo que seme– ja al signo sacramental. Dos notas parece que trasvasa Francisco desde nos daba en el Colegio Internacional de Roma, su rector P.VITUS A BussuM. Una de las que mejor recuerdo dejó en mí fue la que titulaba: Franciscus strenuus paternitatis divinae praeco, recogida en su obra posteriormente publicada: De spiritualitate frencisca– na. Romae 1949. La conferencia mentada en p. 49-60. En ella se encuentra el núcleo de mi pensamiento sobre el tema. Sirva este recuerdo de reconocimiento agradecido a aquel santo varón. 42. Florecillas de San Francisco... Trad. españ. en San Francisco... p. 822-3. 43a. FATHER CUTHBERT, Saint Francis and the poverty, London 1910, p. 8.

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