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94 ENRIQUE RIVERA presenta nuestro doctor con máximo relieve en el prólogo a su obra cuando, viviendo en el monte Alvernia al describirla, contempla en las llagas, que el Serafín imprime en el éuerpo de San Francisco, el símbo– lo plástico de las mentales ascensiones por las que el alma sube hasta Dios. Hasta Dios Padre. Y en el capítulo final vuelve a mirar a la imagen de su seráfico Fundador y escribe: «in Deum transit per con– templationis excessum»- 1 5. La vía ascendente, descrita en sus mejores es– tancias por el doctor seráfico, había sido antes praxis mística de San Franciso. En pocas ocasiones se puede afirmar con mayor justeza que San Buenaventura pensó lo que intensamente vivió su seráfico Padre. En confirmación de esta interpretación de la vivencia de San Fran– cisco: «por Cristo al Padre» place citar el preludio de su Carta a todos los fieles. Que el lector la reguste en todo su contenido. Aquí nos tenemos que limitar a este breve extracto: «Este Verbo del Padre... fue enviado por el mismo altísimo Padre desde el cielo al seno de la santa y gloriosa Virgen María.. '. Y la voluntad del Padre fue que su bendito y glorioso Hijo... se ofreciese a sí mismo como sacrificio y hostia, por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz, no para sí mismo ... sino por nuestros pecados, dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» 36 • ¿Puede darse compenetración mayor entre las dos vivencias de San Francisco que estamos comentando: la de su amor a Cristo y la de ,nuestra reconciliación por Cristo con el Padre, meta final de las vivencias religiosas del Santo, que la vive con ternura filial? Elevado por Cristo hasta la intimidad del Padre, San Francisco se siente brizado por las auras que dimanan de la Bondad divina.. Es esta Bondad la nota que más le place ver en el mismo. Y lo traduce al exterior hasta llegar a un balbuceo filial. Sabido es el regusto que todo buen padre halla en las palabras trabucadas de sus pequeños, cuando éstos se le encaraman con manos torpes y ojos encendidos de cariño. Esta nos parece ser la actitud de San Francisco ante su Padre Dios. Este balbuceo característico de niño puede percibirse en la reiterada re– petición del Tú, el pronombre de la confianza íntima: «Tú eres trino y uno ... Tú eres el amor, la caridad ... Tú eres la hermosura, la manse- dumbre... Tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestra fe, tú eres nuestra caridad... ». Este místico balbuceo pone más en relieve la nota filial de Francisco con su Padre celeste cuando une al pronombre Tú el atri– butivo de «bueno». Así en este pasaje de tanta transcendencia para el pensar y el sentir, franciscanos: «Tu es bonum, omne bonum, sum- 35. O.cit., prologus, n. 2; cap. VII, n. 3. Trad. españ. en Obras... p. 559 y 630. 36. Opuscula Sancti Patris Francisci. .. (edit. C. Esser) Epístola ad Pide/es (Recensio posterior), p. 115-116. Trad. españ; en Escritos... p. 55.

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