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VIVENCIAS PRIMARIAS DEL ALMA DE SAN FRANCISCO 93 Santo?». Con esta observación apenada concluye su razonamiento: «La figura de Cristo ha absorbido, por decirlo así, todas las manifestaciones de fe y vida religiosa» 31 • Este pasaje de K. Adam es todo un desafío a algunas interpretaciones de la espiritualidad franciscana. No son po– cos los que juzgan que esta espiritualidad, tanto si es pensamiento teo– lógico, como si es profunda vivencia, es siempre una espiritualidad cris– tocéntrica. ¿También en el sentido combatido por K. Adam? No damos respuesta ahora a la tesis, pues hemos querido tan sólo hacer más sensi– ble e hiriente el grave tema. Ante el mismo reconocemos que hay motivos para elaborar legítima– mente una teología cristocéntrica según el pensamiento franciscano. Pe– ro el teólogo ha de advertir que sus disecados análisis no se pueden aplicar sin más a las vivencias religiosas de San Francisco. En estas, se entrecruzan unos motivos con otros de un modo tan admirable que están pidiendo, no análisis, sino veneración y asimilación. Ahora bien; pocas veces dos vivencias se reclaman mutuamente en San Francisco con mayor intensidad que el amor que tuvo a su Cristo y su querencia filial para con el Padre del cielo. En una perspectiva doctrinal es esto los .que se intuye en la mente de San Buenaventura cuando sintetiza la espirit1,1alidad franciscana en su Itinerarium mentis in Deum. Si se coteja la estructura de éste con la tesis de K. Adam, ·nos parecen concordantes. En efecto, el Padre es, en el incomparable opúsculo, el centro de referencia. Lo es al ini– ciarse la reflexión cuando San Buenaventura afirma que de él procede todo en el cielo y en la tierra 32 • Y lo es al final, cuando, de modo solemne y conclusivo, pide el doctor seráfico a quien le ha seguido en su ascensión escalar: <<Transeamus cum Christo Crucifixo ex hoc mundo ad Patrem» 33 • Es, pues, manifiesto que en la mente del gran doctor está el Padre presidiendo las ascensiones del alma a lo largo de su itinerario místico. Ahora bien, el mediador en este itinerario mís– tico no es otro que Cristo. Lo declaran bien estas palabras: « Via autem non est nisi per ardentissimum amoren Crucifixi» 34 • San Buenaventura se halla, por lo mismo, en perfecto acuerdo con el litúrgico: «per Do– minum nostrum Jesum Christum». Pero si San Buenaventura ve en Cristo el camino hacia al Padre, San Francisco es el modelo humano para ser imitado. Este modelo lo 31. KARL ADAM, Cristo nuestro hermano, tr. españ. de A. SANCHO. Herder, Barce– lona 1958, p. 46-47. 32. Itinerarium mentís in Deum, prologus, n. 1. Trad. españ. en Obras de San Bue– naventura, B.A.C., Madrid 1945, p. 557. 33. O.cit., cap. VII, n. 6. Trad. españ. en Obras... p. 632. 34. O.cit., pro/ogus, n. 3. Trad. españ. en Obras... p. 559.

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