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92 ENRIQUE RIVERA creación. Esta excelsa metafísica ha sido vivida en plenitud por el alma, todo luz, de Francisco. Sobre este tema volveremos. Cuarta vivencia: POR CRISTO AL PADRE Mil veces se ha comentado el hecho de quedar Francisco en cueros ante el Obispo de Asís, después de arrojar a los pies del padre avaro sus vestidos. Para el arte pictórico ha sido tema selecto. Con no menos insistencia se han comentado las palabras que el tal momento pronun– cia Francisco. Repítamoslas con el mismo calor con que las recogieron los Tres Compañeros del Santo: «Oídme todos y entendedme: hasta ahora he llamado padre mío a Pedro Bernardone ... Quiero desde ahora decir: Padre nuestro, que estás en los cielos ... » 30 • Esta escena ejemplar en la que vemos a Francisco desnudo, mirando al Padre que está en los cielos, parece decirnos que la vivencia filial de Francisco respecto del mismo es ya intensa desde los días en que sale del siglo. Y sin embargo, una meditada reflexión sobre los movi– mientos de esta conciencia lleva al convencimiento de que esta vivencia de tan alta significación es algo tardía en la vida del Santo. Por supues– to, Francisco se ha sentido, como todo buen cristiano, en las manos de Dios. Ello basta para explicar que ante el desentrañado padre de la tierra haya vuelto su mirada al Padre del cielo. Sin embargo, insisti– mos en que Francisco va sintiendo con intensidad creciente esta viven– cia al intimar más y más con Cristo Crucificado. Nos parece que en esta vivencia San Francisco mantiene la actitud de la Iglesia, la cual ha siempre elevado su plegaria al Padre «per Dominum nostrum Jesum Christum». Karl Adam, en su obra Cristo nuestro hermano, recoge una confe– rencia suya muy meditada a la que titula: «Por Cristo nuestro Señor». Ya désde un principio se hace estas preguntas: «Para nuestra postura religiosa, ¿es Cristo lo supremo, lo más alto o hemos de ir todavía más ~llá de Cristo?, ¿por Cristo al Padre?, ¿por El, que se hizo hom– bre, al Dios Trino? ¿En qué sentido es la postura del cristianismo cris– tocéntrica y en qué sentido es teocéntrica?». En la respuesta que da se lamenta de que en ocasiones la devoción privada ha destacado tanto el culto de Cristo que ha hecho de él el punto céntrico de su piedad, mientras que la adoración de la Trinidad se relega a otro puesto. «¿Cuán– tos son, se pregunta, los que rezan al Padre por su Hijo en el Espíritu 30. Leyenda de los Tres Compañeros, cap. VI, n. 20. Trad. españ. en San Francis– co... p. 543.

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