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VIVENCIAS PRIMARIAS DEL ALMA DE SAN FRANCISCO 91 en honor de la Sefiora celeste, pero acababa siempre su danza con las piernas al aire y la cabeza hacia abajo, viendo el mundo al revés. En este ver el mundo al revés, en total dependencia, como amenazando caerse en cualquier momento, consistiría la vivencia a la que llegó Fran– cisco por el despego de todo lo creado que le infundió la virtud de la pobreza. Este modo de ver el mundo, con:ienta el ingenioso escritor «sería imagen viva del texto de la Escritura en el que se dice que Dios suspendió al mundo de la nada». De esta suerte, sigue razonando Ches– terton, Francisco pudo ver en uno de sus suefios singulares, la ciudad de Asís invertida. Pero entonces, en vez de sentirse orgulloso de su poderosa ciudad, debía agradecer al Dios omnipotente que no la soltara en el vacío, que no soltara el cosmos entero como un inmenso cristal, para convertirlo en lluvia de estrellas» 28 • Dirá alguno que esto es literatura. No podemos condividir tal opi– nión, pues nos hallamos en los estratos más profundos de la metafísica. Esta afirma que todas las cosas, y especialmente el hombre, han hecho voto solemne de pobreza óntica. Todas son radicalmente nada. ¿Puede darse una más solemne pobreza? Lo que sucede es que el hombre, en su soberbia, no la quiere reconocer. Por ehcontrario, el pobre y humil– de Francisco abrió bien los ojos a esta eterna metafísica de la menesto– ricidad humana, para sentirse en ella de modo más pleno dependiente de Dios. Y en esta dependencia vive feliz. Como el nifio llevado por la ternura materna. Esta manera de contemplar la vida se completa con aquella otra que San Buenaventura nos describe en estos términos: «Para que todas las cosas le impulsaran al amor divino (Francisco), exultaba de gozo en cada una de las obras de las manos del Sefior y por el alegre espec– táculo de la creación se elevaba hasta la razón y causa vivificante de todos los seres. En las cosas bellas contemplaba al que es sumamente hermoso y mediante las huellas impresas en las creaturas buscaba por doquier a su Amado, sirviéndose de todos los seres como una escala para subir hasta Aquel que es todo deseable... » 29 • Al perder las cosas su valor en sí por la pobreza, ésta las transpa– renta para mostrarlas como reflejos y dechados de Dios. Entonces, to– das ellas, por humildes que sean, se truecan en escala de luz por donde el alma, en la noche de la existencia, asciende a su Dios y Creador. El mundo se hace entonces transparente por la pobreza. Por ella, ésta ha recobrado aquella diafanidad inocente de la primera mafiana de la 28. G. K. CHESTERTON, San Francisco de Asís. Trad. españ. de M. MANENT. Barce– lona 1925, p. 120-125. 29. S. BUENAVENTURA, Leyenda Mayor, cap. IX, n. l. Trad. españ. en San Francis– co... p. 436.

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