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90 · ENRIQUE RIVERA tualidad está tan impregnada de la relación personal con Cristo que el tema, tan traído y llevado, de los medios de perfección viene a ser en ella algo aséptico y secundario. No obstante, San Francisco tiene en cuenta que es necesario actuar los medios de perfección para poder lograrla. Pero es muy de advertir que entonces San Francisco radicaliza esta_ virtud de la pobreza para pedír, no sólo el despego de los bienes materiales, sino también lo cual es más difícil, de los espirituales. San Buenaventura recoge este mensaje de San Francisco cuando escribe: «De– cía también: «El que quiera llegar a la cumbre de esta virtud debe renunciar no sólo a la prudencia del mundo, sino también -en cierto sentido- a la pericia de la letra... pues nadie abandona perfectamente el siglo mientras en el fondo de sú corazón se reserva para sí la bolsa de los propios ·afectos» 27 • Practicada así la pobreza es cuando San Francisco la juzga medio eficaz de perfección. Desde esta perspectiva ascética legisla así en el capítulo VI de la Regla Bulada: «Esta es la excelencia de la altísima pobreza, la que a vosotros, mis queridos hermanos, os ha constituido en herederos y reyes del reino de los cielos; os ha hecho pobres en cosas y os ha sublimado en virtudes. Sea esta vuestra porción, la que conduce a la tierra de los vivientes». Según esto, la pobreza sublima en virtudes y abre la tierra de los vivientes. ¿Estos títulos nos son váli– dos para declararla excelsa virtud en los caminos de la perfección místi– ca? Así era, al inenos, en la mente de San Francisco. Al final de este análisis de la tercera vivencia place constatar su influjo histórico. Se ha dicho que Francisco trajo «una nueva manera de contemplar la vida». Como esta manera es profundamente cristiana, más bien debe decirse que hizo revivir Francisco la genuina perspectiva evangélica. En dos temas queremos resumir esta revivencia: primero, en ver la creatura totalmente dependiente de su Creador; segundo, en hacer de la misma una escala para subir hasta El. Traspira el Evangelio estas dos verdades cuando Jesús afirma que hasta los cabellos de nues– tra cabeza están contados por el Padre de los cielos y que la bondad de éste se refleja en el pájaro al que alimenta y en el lirio al que viste. Es indudab-le que con San Francisco estas dos verdades cristianas vuel– ven a adquirir candor evangélico. C. K. Chesterton, con el ingenio de contrastes que le caracteriza, se ha detenido en exponer la primera de las dos verdades. Hace de ella un momento central de su reflexión sobre San Francisco. Sensibili– za el sentido de dep~ndencia respecto del Creador, con el que vio Fran– cisco la creación entera, en el Juglar de Nuestra Señora. Danzaba éste 27. S. BUENAVENTURA, Leyenda Mayor, cap. VII, n. 2. Trad. españ.. en San Fran– cisco... p. 421.

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