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VIVENCIAS PRIMARIAS DEL ALMA DE SAN FRANCISCO 89 en total pobreza, al mirarlo desnudo en cruz. Una vez más, el gran biógrafo del Santo, Celano, nos da lo más medular de esta vivencia en la respuesta que dio Francisco a quien le proponía leer la Escritura para hallar consuelo a su dolor. El Santo reconoce ser bueno este re– curso al testimonio de las Escrituras. Pero alega que no necesita mu– chas cosas. Y al fin pronuncia estas palabras que aun nos calan tan hondo: «Hijo, sé a Cristo, pobre y crucificado» -Fili, scio Christum pauperem et Crucifixum» 25 • Si el mismo Francisco establece conexión en su amor a Cristo en cuanto pobre y Crucificado, nadie se atreverá a romper esta unión. Nadie menos que Francisco que lo irá proclamando en toda coyuntura que se le ofrezca. Recojamos algunos momentos más señeros. El de más urgencia, por imponer obligatoriedad, es el de la Regla Bulad<i, cuando en el capítulo VI prescribe a sus frailes: «Sirvan al Señor en pobreza y humildad y vayan por la limosna confiadamente. Y no tienen por qué avergonzarse, pues el Señor se hizo pobre por nosotros en este mundo». La motivación que alega el Santo a favor de su querida pobreza rezuma savia de la que hemos llamada su raíz esencial. La misma savia sube por la Regla no Bulada cuando recuerda que «nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de úios vivo omnipotente... fue pobre y huésped y vivió de limosna tanto El como la bienaventurada Virgen y sus discípulos». Incontables pasajes de las fuentes franciscanas ponen en relieve la conexión que Francisco vivía entre su amor a Cristo y su amor a la pobreza. Una florecilla seráfica, que esta vez nos la cuenta Celano, resume la esencia viva de estos testimonios. Esta es la florecilla aludida: «Sucedió una vez que, al sentarse para comer, un hermano recuerda la pobreza de la bienaventurada Virgen y hace consideraciones sobre la falta de todo lo necesario en Cristo, su Hijo. (Francisco) se levanta al momento de la mesa, no cesan los sollozos doloridos, y, bañado en lágrimas, termina de comer el pan sentado sobre la desnuda tierra. De aquí que afirmase que esta virtud es virtud regia, pues ha brillado con tales resplandores en el Rey y en la Reina» 26 • Esta reflexión que hace aquí Francisco muestra al ojo la raíz fecunda de su amor a la pobreza. La otra raíz, qu~ hemos llamado complementaria, tiene que ver con lo que en Teología Espiritual son los medios de perfección. Es este un tema muy clásico en la estructuración de una ascética sistemática. En la franciscana esta importancia es menor. La esencia de esta espiri- 25. CELANO, Vida Segunda, n. 105. Trad. españ. en San Francisco... p. 291 (edit. latina en Analecta... t. X, p. 192. 26. Idem, o.cit., n. 200. Trad. españ... p. 344.

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