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88 ENRIQUE RIVERA sus contempóraneos un ideal nuevo delante del cual desaparecieron to– das estas sectas bizarras como pajarracos nocturnos puestos en fuga por los primeros rayos del sol» 23 • Nada tiene, pues, de común la pobreza franciscana con la pobreza cátaro, si excluimos cuatro rasgos externos que no afectan para nada al espíritu. La pobreza cátara se fundaba en ese dualismo maniqueo que niega haber creado Dios la materia. Para Francisco todo es hechu– ra de éste. Hasta el gusano que se arrastra por tierra. Nada, por lo mismo, es constitutivamente malo. La pobreza franciscana ama todo lo creado por Dios. Tampoco puede atribuirse el amor de San Francisco a la pobreza a ese malsana afección, hoy tan extendida: el «resentimiento». Max Sche– Jer lo ha hecho objeto de un penetrante estudio. En el centro del mis– mo se enfrenta con la hipótesis de que Francisco ha podido amar la pobreza y la enfermedad en la persona del leproso por una perversión de su sentimiento valorativo. A esta hipótesis el gran pensador contra– pone la conducta interna de Francisco frente a la adoptada por ese realismo insano que en arte y en literatura exhibe con placer y satisfac– ción las lacras humanas: la miseria del pobre; la infección del enfermo, etc... «Este es un fenómeno, sentencia M. Scheler, que nace todo del resentimiento». Y añade este hiriente contraste: «Estas gentes veían to– do lo viviente infectado de chinches. En cambio, San Francisco ve in– cluso en la chinche la «vida» y la santidad». No puede refutarse mejor la absurda hipótesis del resentimiento en Francisco que con la sentencia final, muy para ser rememorada 24 • Eliminados estos estorbos en el camino de la interpretación de la pobreza de San Francisco, nos sentimos incitados a preguntarnos por las raíces de este amor del ·Santo. Partimos, como es obvio, del hecho de este amor. De este hecho nadie ha dudado. Hasta ha podido afir– marse que no ha habido ricacho alguno que haya amado tanto su bolsa de caudales como San Francisco a la pobreza. Dos raíces creemos que dan jugo a este amor de Francisco: una, esencial; la otra, complementaria. Como raíz esencial juzgamos el ejem– p1o de Cristo. Como raíz complementaria el ver en la pobreza el cami– no seguro hacia la santidad. Expongamos algo detenidamente ambas raíces. Que la primera raíz del amor de San Francisco a la pobreza sea su deseo de imitar a Cristo, viene como algo derivado de la vivencia anterior. Francisco ama tiernamente a Cristo. Pero a éste le contempla 23. P. SABATIER, Vie de S. Fran~ois d'Assie, 8 ed., Paris 1894, p. 95. 24. MAX SCHELER, El resentimiento en la moral, tr. españ. de J. GAos, Revista de Occidente, Madrid 1927, p. 100.

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