BCCCAP00000000000000000000967

VIVENCIAS PRIMARIAS DEL ALMA DE SAN FRANCISCO 87 de puede llegar la confianza y el cariño entre un Santo y el Niño Dios. Pero es muy de notar que el pesebre de Greccio no es tan sólo tema de niños y pastores. Es también, con proyección histórica, el atestado público de que ha entrado en marcha una nueva faceta, más íntima y más humana, de la espiritualidad católica. Desde aquella noche de cantares y fogatas el enardecer por amor a Jesús toma el pulso y achanta al empavorecer del hombre ante Dios. Esta faceta de la espiritualidad seráfica se hará sentir a lo largo de los últimos siglos en la vida íntima de infinidad de almas 22 • Realizado este deber de justicia histórica sobre el influjo de la viven– cia segunda de San Francisco, que terminamos de exponer, concluimos nuestra reflexión sobre la misma, subrayando de nuevo que la vida de San Francisco fue una comunión viva con Cristo. Esta comunión tuvo momentos excelsos, sublimes. En estos momentos es Cristo Crucificado quien se apodera de Francisco. Y éste se asocia al dolor de Cristo para igualmente sublimarse con Cristo a la alegría pascual. Es esta alegría la meta última de Francisco, como veremos al reflexionar sobre la sép– tima y última de las vivencias de aquella alma seráfica. Tercera vivencia: EL AMOR A LA POBREZA Una nueva anécdota de mi vida de profesor introduce de lleno en este tema. Me hallaba en la Universidad de Toulouse, invitado por el gran hispanista francés Alain Guy, decano de la facultad de Filosofía. Tuvo lugar entonces la defensa .de una tesis sobre la doctrina de los cátaros. Ningún lugar más adecuado para tal estudio. Pues bien; en la tesis se daba por algo evidente que la doctrina cátara sobre la pobre– za fue retomada por Francisco de Asís. En el coloquio privado que siguió a la defensa pública de la tesis, me permití disentir del doctoran– do, queriendo hacer ver que la pobreza de San Francisco tiene un senti– do muy distinto al que le dio el pesimismo cátaro, despreciador de la materia hasta ver en ella algo constitutivamente malo. Recordaba yo entonces al biógrafo protestante de San Francisco, P. Sabatier, quien había ya refutado esta tesis cuando escribe: «Italia puede estar recono– cida a San Francisco. Estaba tan infectada de cátaros como el Langue– doc y es él quien la ha purificado. No se paró a demostrar con argu– mentos y tesis de teología la vanidad de la doctrina cátara, sino que, elevándose con ímpetu de águila a la vida religiosa, hizo estallar ante 22. Recojo aquí con retoques lo que escribí en mi estudio: La devoción a María en la espiritualidad de San Francisco, en Estudios Franciscanos 61 (1961) 249-274.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz