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VIVENCIAS PRIMARIAS DEL ALMA DE. SAN FRANCISCO 85 contener en adelante el llanto; gime lastimeramente la pasión de Cristo, qué casi siempre tiene ante los ojos. Al recuerdo de las llagas de Cristo, llena de lamentos los caminos, no admite consuelo. Se encuentra con un amigó íntimo, que, al cónocer la causa del dolor de Francisco, rom– pe a llorar también él amargamente» 19 • Sabido es que esta vivencia pe– renne de Cristo Crucificado en el alma de Francisco halla su plenitud mística en el monte Alvernia. Pero no es necesario detenernos a expo– ner lo que está en la mente de todos. Ahora más bien quisiéramos dar un ulterior paso en el análisis de esta vivencia de Francisco, pues tiene un matiz muy propio dentro del amor y veneración de que siempre ha sido objeto en la Iglesia· Cristo Crucificado. Dos notas nos parecen más propias de esta peculiar viven– cia de Francisco: la convivencia compasiva, y el sentido de imitación. La· primera nota de convivencia compasiva la pone en relieve el mis– mo texto de Celano que ya hemos citado con estas palabras: «Desde entonces se le clava en el alma santa la compasión por el Crucificado». Permítaseme evocar el bellísimo cuadro de literatura franciscana, Mar– celino pan y vino, que rezuma este sentido de convivencia compasiva de Francisco. El pequefío Marcelino suscita el máximo encanto cuando entre sombras contempla a Cristo Crucificado y, lleno de compasión hacia él, le sube el pan de sus queridos frailes. Su cronista testifica que «recordó en seguida la promesa hecha al Hombre del desván y anduvo toda la mafíana dándole vueltas en la cabeza... a qué alimentos podría llevar hoy para comer a su amigo» 2 º. El nifío es aquí una ré– plica de Francisco, que en toda su vida ha acompafíado a Cristo Cruci– ficado con un candor infantil, saturado de compasión amigable. Más subrayada ha sido la segunda nota: el sentido de imitación. Y de modo tan perfecto percibió H. Felder este aspecto de la vivencia del Santo que nos permitimos transcribir la página en que lo expone en ~stos términos: «La imitación de Jesús en todas las situaciones de la vida, en pensamientos y deseos, en acciones y omisiones, imitación de Jesucristo práctica, enérgica, no interrumpida, constante hasta la muer– te, tal fue el secreto de San Francisco. En todo procuraba hacerse se– mejante al Salvador, en las cosas grandes lo mismo que en las peque– fías, en la vida íntima de su alma como en su método de vida exterior. De él dice Gorres: «Si desde el tiempo de los apóstoles ·ha encontrado el Salvador un hombre que haya seguido sus palabras, que haya segui– do sus enseñanzas y ejemplos y se haya adherido a El con todas las fuerzas de su alma, fue ciertamente este varón de natural sumamente 1 19. ldem, o.cit., n. 11. 20. J. Ma. SANCHEZ-SILVA, «Marcelino pan y vino». Biblioteca Salvat, Madrid 1969, p. 50.

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