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VIVENCIAS PRIMARIAS DEL ALMA DE SAN FRANCISCO 83 tros somos juglares del Señor, y esperamos vuestra remuneración, es decir, que permanezcais en verdadera penitencia»». Y añadía el biena– venturado Francisco: ««¿Pues qué son los siervos de Dios sino unos juglares que deben levantar y mover los corazones de los hombres hacia la alegría· espiritual?» 16 • San Francisco admiró y alabó a su máximo juglar fray Junípero. Este sí que tenía en superlativo la conciencia de minusvalía, propia del juglar. Pero aquél no se sintió con vocación para seguirle por este ca– mino. Le era simpático; pero su vida, de tanta seriedad, le impidió entrar decididamente por él. Esto explica que en la RnB. se muestre muy mesurado cuando manda a sus frailes: «Y guárdense de mostrarse tristes exteriormente e hipócritamente ceñudos; múestrense más bien, gozosos en el Señor (Fhil. IV,4) y alegres y debidamente agradables -«hilares et convenienter gratiosos- 17 • De todo ello concluimos que Francisco se vio a sí mismo como ju– glar más en sentido vertical, respecto de Dios, que horizontal, respecto de los hombres. Cierto que muchos de sus frailes, hasta nuestros días, han querido ser juglares en la convivencia humana, para alegrarla con un sentido de igualdad y fraternidad que,,ha sido el encanto de muchas almas. Esta juglería, muy franciscana, no obsta el que tengamos que afirmar que Francisco se sintió más bien «el juglar de Dios». Segunda vivencia: CRISTO CRUCIFICADO En el capítulo II de su obra, Das Erde eines grossen Herzens, L. Casutt se esfuerza en mostrar que el ideal caballeresco nos da la clave para leer en el alma de Francisco e interpretar su actuación al frente de los suyos en el desarrollo de la orden. Pese, con todo, a los motivos que alega el docto investigador, con los que prueba, más bien que su tesis, la persistencia del ideal caballeresw en el alma de Francisco, pen– samos que en los días de su conversión, en esos en los· que tiene lugar el tan comentado dicho del santo: «exivi de saeculo», se inicia en lo íntimo de su alma otra vivencia más potente: la de Cristo Crucificado. Esta vivencia es la segunda cronológicamente, pero ya no tendrá tercera que la supera en importancia. Las que vengan en pos -hasta la séptima-, ampliarán a ésta y la robustecerán. Nunca la aminorarán ni la harán sombra. Nos hallamos, pues, en el núcleo de la espirituali- 16.. Espejo de Perfección, n. 100. Trad. españ. en San Francisco... p. 773. 17. Regula non bullata, cap. VII, 16. (Edit. Grottaferrata, Roma 1978, denuo edidit juxta codices mss C. EssER).

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