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292 BERNARDINO DE ARMELLADA como razones en las que descansa. Y a esta sabiduría nadie llega si no es pre– viamente purificado por la justicia de la fe" 3 º. Una ciencia y una sabiduría que significan dos niveles distintos de percibir el símbolo y sin los cuales resulta paradoja ininteligible la afirmación de Z.: "Se necesita percibir el símbolo pa– ra creer, pero para percibirlo hay que creer" (198). La conexión inseparable entre naturaleza y destino sobrenatural tiene un valor existencial e histórico que, también en el trasfondo de la visión bo– naventuriana, no debe confundirse con lo esencial. De ahí que resulta al me– nos teológicamente impreciso, después de referirse al "bien doble: uno visi– ble y otro invisible", dado al hombre en el paraíso, decir que "con esta dota– ción natural debía alcanzar el fin para el que fue creado" (214). Sigue el em– pleo oscuro del término natural al suponer que "antes del pecado los dos as– pectos (imagen natural de la Trinidad y semejanza en virtud de la gracia) es– taban unidos en el único plano natural posible de la realidad: el elevado por la gracia" (219). Ni parece correcto afirmar sin matices que la gracia es una "influencia divina que produce en el hombre el hábito que lo hace capax Det'' (250). Esa capacidad ¿no se tiene ya radicalmente por la misma naturaleza?. Igualmente no se ve coherente dentro de la lógica bonaventuriana una iden– tificación de la fe con la iluminación (filosófica), como parece indicar la frase de que "la fe produce en el conocimiento y el afecto los mismos efectos que las ideas ejemplares (ib.). Hay algún pasaje de atribución dudosa a san Buenaventura. Por ejem– plo: "El sacramento (Eucaristía) deja de ser tal no sólo ni especialmente cuando las especies se corrompen, sino cuando deja de tener el significado instituido para el hombre" (55). Las mismas notas con que se ilustra esta afirmación, no parecen indicar que san Buenaventura se aparte de la opinión común de los teólogos que interpretaron la afirmación del concilio de Trento sobre la permanencia de la presencia eucarística bajo las especies consagradas de modo absoluto hasta la corrupción de dichas especies. En realidad san Buenaventura, después de exponer cuatro opiniones diversas, considera co– mo sentencia más segura y más concorde con las autoridades la que sostiene que "el Cuerpo de Cristo permanece en el estómago bajo las especies mien– tras se hallan bajo su forma propia y tienen carácter de alimento". Y con la 30 Quaestiones disputatae de scientia Christi, q. 4, ad. 2; V, 24b.

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