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vestido para llegar a su sentido" (100). Z. advierte que la concepción que Dionisia tiene de la teología no es la nuestra. Teniendo por objeto a Dios, el movimiento de elevación hacia él se desarrolla de tres maneras, que corresponden a tres formas de teología dioni– siana: el movimiento rectilíneo con la teología simbólica, el helicoidal con la teología discursiva y el circular con la teología mística 14 (102). Estos tres mo– vimientos dionisianos los hace corresponder J. Pepin a tres movimientos agustinianos: la sensación o captación directa de los cuerpos; el razona– miento, que se caracteriza por su laboriosidad y por su ser discursivo, llama– do ciencia; y la intuición intelectual de lo inmutable, que es la sabiduría o in– teligencia 15. Z . anota cómo esto muestra el parentesco que une a los dos au– tores gracias a la influencia neoplatónica (103). Después de definir la teología simbólica como "un saber que responde a un modo de conocer indecible, pues opera misteriosamente, sin demostración, o mejor dicho, mostrando", Z. ve la amplitud del campo simbólico dionisiano extendida cuanto es la capa– cidad del hombre para percibir a Dios a partir de lo sensible. Y habida 14 Zas remite a Ch. A. Bemard, Lesformes de fa Théofogie chez De,rys !Areopagite, en Gre– gorianum 59 (1978) 45. 15 Cf. J. Pepin, Les deux approches du chn'stianisme, París 1961, 192-193.
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