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MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 118 A veces me parece que acá no puede guardarse la Regla; este temor se me ha suscitado con mucha más viveza, después que supe que al P. Manuel lo sacaban del Caroní, por ser zeloso de la regular observancia… De ningún modo me parece lícita la venta de carne, cuidándolo nosotros, porque la fama que tenemos es de gente rica, por más que digamos que es para los indios 95 . Es cierto que formalmente los religiosos cumplían lo mandado por la ordena- ción de su propia Orden, puesto que la administración era gestionada por medio de un síndico, que durante muchos años fue el militar Félix Ferreras, teniente de infantería afincado en aquellas tierras, pero la realidad era que aquella experiencia y realidad no tenían parangón con los rigores de la observancia regular capuchina por ellos profesada, al tiempo que generaba serios interrogantes. De alguna manera, como había señalado Humboldt, habían creado un “estado en el estado” 96 . Pero el desarrollo económico de la misión estará también vinculado a las plantaciones de algodón y tabaco, a las fraguas, la manufactura textil —particularmente las curtidu- rías y los telares del Miamo, Tumeremo y San Antonio del Caroní— y, de manera relevante también, a los trapiches y molinos. Humboldt describe como “pequeñas mesetas ofrecen un clima sano y templado; el cacao, el arroz, el algodón, el añil y el azúcar crecen abundantemente por dondequiera que se somete al cultivo un suelo virgen y cubierto de gramíneas” 97 . El mismo naturalista, describiendo aquellas tie- rras, llegaría a afirmar: Las misiones del Caroní reúnen por la configuración de su terreno y la mezcla de sa- banas y de tierras laborables, las ventajas de los llanos de Calabozo y de los valles de Aragua. La verdadera riqueza de este país está fundada en el cuidado de los rebaños y en el cultivo de los productos coloniales 98 . El nivel de organización y desarrollo industrial llevó a un fuerte enfrentamiento con la corona, ya que esta exigirá, el 24 de noviembre de 1787, a los misioneros que pagasen el diezmo, a lo que ellos se opondrán enérgicamente, recurriendo a su con- dición de mendicantes y, por lo mismo, estar exentos. La realidad era que la misión estaba más cubierta en diversas artes y oficios que la misma capital de aquel territorio. La información la ofrece el obispo, después de visitar los diversos pueblos que con- formaban la misión: 95 Carta de Joaquín M. de Martorell a Jaime de Puigcerdà (12 agosto 1770) . Tomado de: V. Serra, Tres segles de vida missionera , 135. 96 A. von Humboldt, Viaje a las regiones del Nuevo Continente , t. IV, 523. 97 Ibidem , 524. 98 Ibidem , 531.

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