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MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 112 sioneros fue también la base que permitió nuevas fundaciones. Así se hacía sostenible el desarrollo de la misión, en una compensación entre trabajo común y caja común, por lo que, “si algún religioso hace algún pueblo, le ayuda el común en cuanto en darle lo necesario para hacer puertas, ventanas de casa e iglesia, esto es, en pagar al carpintero y herrero, que la madera la sacan los indios, la rajan, sierran, etc., se le da la paga conforme trabajare” 76 . El esfuerzo de organización suponía no solo una producción rica e indepen- diente en ganadería y agricultura, sino también un paso adelante en la superación de un sistema de recolección, desarrollando e introduciendo una industria necesaria para el crecimiento y estabilidad de las nuevas poblaciones. En este orden de cosas, no se puede olvidar que todo el excedente de las misiones se utilizaba íntegramente para cubrir las necesidades de la Provincia de Guayana, llegando incluso a ser expor- tada luego a otras provincias. En palabras de Alvarado los capuchinos catalanes: vencieron el imposible, formando un hato de ganado mayor, con el cual, asegurada la vida humana, se dedicaron a la conversión de las almas. Sobre este principio de gobier- no establecieron que todo religioso viviese de la carne de la misión en los pueblos que fuesen adelantando y, como en aquel tiempo eran pocos, fue tomando conocidas creces el fondo de subsistencia 77 . En relación a los operarios que atendían el hato, al estar imposibilitados para poder dedicarse al cultivo de la tierra, con el fin de que su dedicación al trabajo re- sultara eficaz, recibían el casabe y otros productos esenciales para el sustento de sus familias, además “de las demás cosas precisas, como guayuco, cuchillos, hachas y ma- chetes” 78 . Posteriormente, ante el volumen considerable que había alcanzado el hato, la dificultad de trasladar el ganado y la intención de reducir gastos, se decidió que, en los diversos pueblos de misión, se organizasen “unos pequeños particulares hatos, capaces de manejarlos los propios indios” 79 . El beneficio fue también que, de esta manera, se lograba comer carne fresca el día de la matanza y los sucesivos, haciendo un ahorro significativo de sal y, por otra parte, les permitía también contar con leche para diversas necesidades. Alvarado nos informa también de que la carne, después de cubrir las necesidades de indígenas, misioneros y operarios, servía para abastecer las necesidades de dos tercios de la población de Guayana, cantidad nada desdeñable 76 Método que observan los PP. Capuchinos catalanes para el gobierno de sí mismo y de los indios ‘1745?) . Archivo Provincial de los Capuchinos de Valencia, 961-1. Tomado de: Buenaventura de Carrocera, Misión de los Capuchinos en Guayana , t. I, 307, doc. 107. 77 Eugenio de Alvarado, Modo religioso y económico de vivir los padres , 341. 78 Ibidem , 344. 79 Ibidem , 345.

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