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UN MODELO DE ECONOMÍA SOSTENIBLE 111 “de lo que han adquirido de sus misas o granjerías, particulares, librando, como de cosa propia contra el procurador o síndico” 73 . Este último detalle es interesante, puesto que entraba en clara confrontación con la Regla franciscana, como harán notar diversos religiosos. Se ve, por lo mismo, que la estructura organizativa fue profundamente libre, adaptándose a las necesida- des concretas, de tal suerte que la gestión de unos recursos comunes y, al mismo tiem- po, de otros particulares más exiguos fue fundamental no solo para lograr la organi- zación de una economía sostenible, sino también de una estructura al servicio de la evangelización. Se llegará casi hasta al límite de entrar en cuestionamientos radicales, como referirá el mismo Alvarado al final de su informe: Yo no me meto en si sus votos de extrema pobreza han sido o no legítimamente inte- rrumpidos, prevaleciendo por las bulas apostólicas el derecho natural sobre el divino, pero, políticamente hablando, en atención a sus bellas máximas de gobierno, los en- cuentro dignos de renombre de varones ilustres, así como su Religión en Cataluña ha merecido entre otros el de santos 74 . El hecho de que los misioneros funcionasen con una caja común, de facto , ayu- daba enormemente a que cada uno recibiera lo necesario, algo más importante que lo que le correspondería en un sentido de simple justicia. De esta manera, se facilitaba que el sobrante lo gestionara el síndico, pudiendo también hacer frente a los gastos de traslado y compra de enseres que, como Alvarado señala, en muchos momentos había de hacerse de manera furtiva y recurriendo a extranjeros. Por otra parte, los primeros años fueron de grandes estrecheces, evitando en la medida de lo posible recurrir a sacrificar parte del ganado, de tal suerte que se pudiera ir creando un hato que facilitara una subsistencia estable, así como una pervivencia a más largo plazo 75 . A este respecto, no se puede olvidar que aquel territorio no contaba con un comercio estable, puesto que no resultaba rentable. Por lo mismo, la mercancía había que transportarla desde los puertos de La Guaira y Cumaná. Si aquello que necesi- taban era ya costoso, se encarecía todavía más, en razón de estas circunstancias. Lo sorprendente es que, con una gestión cuidada y meticulosa, la caja común de los mi- 73 Ibidem, 351. 74 Ibidem . 75 La idea la tomamos de Ugalde, quien comenta unas palabras de fray Jaime de Puigcerdà: “Había que racionalizar el sacrificio de los animales para hacerlo sin afectar al crecimiento. Así nos lo explica el P. Puigcerdà: «Después se dio licencia a cada misionero para que matase en su pueblo un novillo al año en el día de la fiesta del titular, hasta el año mil setecientos cuarenta y ocho se dio licencia para que matasen cuatro novillos al mes; después de haber pasado veinticuatro años en la referida penuria o poco menos»”. L. Ugalde, Mentalidad económica… , 64.

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