BCCCAP00000000000000000000965

UN MODELO DE ECONOMÍA SOSTENIBLE 109 ejemplo el caso de guarniciones ayudadas desde fuera. Esto fue visto con claridad por los capuchinos catalanes al considerar que en “este atolladero se atascaron” los intentos anteriores de jesuitas y capuchinos 64 . Posteriormente, en el capítulo que la misión celebrará en 1732, se decidirá el traslado de la mayor parte del ganado del hato a Ceiva Yacuri, dejando en el pueblo de Caroní el necesario para la manutención de éste, y de los pueblos de Suay y Ama- ruca. De esta manera, poco a poco se va configurando un nutrido cuerpo, que per- mitirá cubrir las necesidades de indígenas, misioneros y aquellos españoles que cola- boraban con ellos. Dicho hato, que llevará por nombre de la Divina Pastora, según Alvarado, “se compone de un competente número de vaqueros, que con sus mujeres y familias forman el pueblo de cuarenta vecinos” 65 . Eugenio de Alvarado habla de obreros competentes, haciendo referencia a la formación que les habían transmitido los misioneros, elemento fundamental —desde una visión ilustrada— para lograr un verdadero desarrollo y unos buenos resultados. Para organizar la independencia económica, los misioneros se habían valido de una cédula real del 5 de agosto de 1702, en la que se les autorizaba para que pudieran organizar haciendas y hatos, al mismo tiempo que administrarlas, pero conservando siempre los naturales la propie- dad en común 66 . Esta, por su parte, era el fruto de una petición que los misioneros de los Llanos de Caracas habían elevado al soberano, en la que solicitaban poder crear pequeños cultivos que ayudaran a la subsistencia y autogestión de los pueblos de misión. Esto, que rompía con la praxis y mentalidad capuchina, puesto que suponía la administración de bienes, ya en aquel territorio más productivo se veía como una alternativa posible. Para la gestión de esta industria, con el fin de ser fieles a su propia legislación, eligieron a un síndico y nombraron a un religioso como procurador, con la intención de que se encargase de manejar las cantidades asignadas por el Erario para el soste- nimiento de los misioneros, así como de todo lo que estos generasen en los diversos lugares. Quedaba también, como responsabilidad del procurador, proveer de todo lo necesario que no se pudiera producir en las misiones, lo que fundamentalmente se concretaba en “hábitos, enjugadores, sombreros, cacao, canela, harina para hostias, 64 Ibidem . 65 Eugenio de Alvarado, Modo religioso y económico de vivir los padres , 344. 66 Lo cierto es que se trataba de una extensión en lo concedido en dicha real cédula, pues ésta autorizaba a organizar haciendas de cacao y conucos de maíz en los pueblos misionales, conservan- do los indios la propiedad, aunque debían ser administradas por los misioneros capuchinos. Se en- tiende que, veinte años después, ya se había dado una interpretación amplia de la misma. Carmela Bentivenga de Napolitano, Cedulario indígena venezolano (1501-1812) , Caracas 1977, 244-245.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz