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UN MODELO DE ECONOMÍA SOSTENIBLE 101 Será en un segundo momento, ante la dificultad de aprender un número variado y complejo de lenguas, así como por las dificultades de inculturación y asimilación de la doctrina cristiana por parte de los naturales, que los misioneros de la segunda mitad del siglo XVIII comenzarán a hacerlo todo en la lengua de los conquistadores. A esta situación podía confluir también la realidad vivida en las propias provincias religiosas capuchinas, donde la opción misionera era también una oportunidad para liberarse, de alguna manera, de la observancia regular, por lo que los misioneros no estarían ya tan vocacionados para dicho ministerio como en décadas anteriores. Con todo, hacia ello orientaban las disposiciones reales de 1768, por medio de las cuales Carlos III mandaba que la enseñanza de las primeras letras, latinidad y retórica, se hiciera en la lengua castellana 43 . No hay duda que en el horizonte de una política ilus- trada se trataba, también, de lograr una unidad efectiva, donde los indios no debían ser una excepción. En el territorio de Guayana los capuchinos catalanes fundaron un total de 52 pueblos, de los que hasta 1817 subsistirá un total de 28 y, hasta la actualidad, 18. Es importante hacer referencia a que ninguno de dichos pueblos de misión sería traspa- sado al obispo como pueblo de doctrina o curato. El motivo está particularmente re- lacionado con la experiencia que habían vivido sus hermanos de hábito en la misión de Cumaná. Por otra parte, a diferencia de la práctica general llevada a cabo en las otras misiones capuchinas en aquel territorio, los catalanes tendieron a la concentra- ción de los naturales en poblaciones más amplias, algo que claramente respondía a un modelo práctico de civilización, pero que también tenía que ver con la actitud de algunos gobernadores, como era el caso de Miguel Marmión, que limitaba o prohibía la fundación de nuevos pueblos. Al mismo tiempo, a partir de la creación del obis- pado de Guayana, en 1790, y el nombramiento dos años más tarde del primer titular del mismo, se producirán frecuentes tensiones entre los pueblos misionales y su paso a doctrinas. Había una manera diversa de entender cómo debía ser abordada dicha tarea. El obispo se veía además presionado por los pobladores de la villa de Upata, que consideraban también tener una serie de derechos sobre la producción del hato de la Divina Pastora y el trabajo de los naturales. 3. Consolidación de la misión La consolidación de la misión se deja ver, de manera más clara, en la dedicación de los misioneros a otras actividades que no eran directamente las evangelizadoras y 43 Cf. Rafael Mota Murillo, Los franciscanos en América y Filipinas , en Historia de la edu- cación en España y América , coord. por Buenaventura Delgado Criado, Madrid 1983, 953-962.

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