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tas tú, es decir, algo vivificador que me rn<lea cuando estoy a tu lado ... ", escribía desde lsno– tú. (f) 25.-No le faltaron en su vida de sociedad esos ratos de mundanismo frágil y efímero. Gustaba en su vida de estudiante de las veladas de sociedad, y de las fiestas fami– liares. Nada resta esto a su personalidad cristiana y piadosa, puesto que estaba en el mundo, y nunca fué amigo del ri– dículo. Como un joven, honesto siempre, que vive en el mundo, tenía que portarse. Porque era sincero, y porque ni él ni su Padre espiritual veían nada malo en ello, aco– modó ~u conducta a las circunstancias. Un ejemplo más de un hombre virtuoso que supo hacer lo mismo que hacían los demás, pero de distinto modo de como los demás lo hacía. Necesitamos ejemplos completos para nuestra vida. Y el Dr. HERNANDEZ es de los más completos que se pue– den encontrar en la historiografía cristiana. 26.-Si nunca hizo gala de sus títulos nobiliarios, no por eso perdió el espíritu del noble español, que llevaba más en su espíritu que en sus labios, y nunca en la jactan– cia de su parte. A este respecto nos cuenta el Dr. Dominici: "Nunca ví que hiciese gala de su alcurnia; supe de una ocasión, muy especial, en que creyó deber sacarla a relucir. Prueba de que en la san– gre bullía la devoción por la grandeza y la realeza de la tierra de sus progenitores, es el siguiente rasgo. Infatigables andariegos, salimos una tar– de del verano de 1890 a caminar por las calles y parques de París. Dejamos el Barrio Latino; pa– samos el Sena por la Plaza de la Concordia, se– guimos los Campos Elíseos hasta la estrella del Arco de Triunfo, y por allí torcimos por la Ave– nida de Kleber hacia el Trocadero; camino que habíamos recorrido en muchos días festivos ante– riores. Al pisar la acera del Palacio de Castilla, (f) Epistolario Dominici. Páginas 46 y 56. -83-
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