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23.-Fué también un virtuoso de la pintura. No dire– mos que es un maestro. Le bastó la afición. Su cuñada Dolores Briceño de Hernández, conservó por mucho tiempo, dos de sus pinturas que le regaló cuando regresó de Cara– cas, recién graduado, en las que se hacen notar rasgos sim– páticos de un hombre que hubiera podido ser algo si su tiempo escaso le hubiera permitido dedicarse de lleno a la pintura. Dichos cuadros, un Corazón de Jesús y un Cora– zón de María, los conservan aún sus sobrinos los Hernán– dez Briceño. Y por esto, p<1rque tenía un alma de artista, sobre todo para la interpretación del arte, fué un gran sentimental. Recuerda a sus amigos de Caracas cuando se parte para su tierra, con una tristeza que le deprime. "Toda la tarde estuve en el vapor, muy triste, porque yo nunca pensé que iba a ser tan dura para mí esta venida, que cada día se me hace más cuesta arriba el soportarla". 24.-Recuerda sus amistades blancas de Caracas, y para ellas guarda siempre un recuerdo afectuoso en sus cartas: "Dile a Inesita que agradezco mucho su recuer– do, por el cual veo que ella es una amiga tal como yo la había creído". (e) Flota en estas líneas un secreto idealismo romántico por aquellas amistades que le habían ayudado y enseñado a ser un soñador. Y por esto la soledad se le hace insoportable, a él, que había de ser más tarde el hombre de un solo anhelo : la so– ledad. La belleza de los campos trujillanos no puede lle– nar completamente aquella necesidad del amigo sincero, de su compañía. "Todo lo veo muy negro, parte por ser real– mente así, y parte -la mayor- porque me fal- (e) Epistolario Dominici. Páginas 46 y 56. -82-
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