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trujillana, donde esperaba poder encontrar una plaza digna donde ejercer. No era esto tan fácil como él lo soñaba, a pesar de la escasez de médicos. Luchó denodadamente, ¡wro al fin tuvo que salir desesperanzado de su querida tierra, porque la política lo invadía todo y no había plazas para los jóvenes que no militaran en algún partido político, sobr<· todo si por sus ideas podían ser motejados de "godos" o conservadores. 12.-Bien podía haber quedado en su mismo pueblo ciP Isnotú, pero fuera por no quitarle a su padre la clientela, pues era el que en el pueblo hacía el oficio de médico y de farmacéutico, lo mismo que en los alrededores, o por 1w parecerle adecuado para su formación, pensó en Valera. Asistió a bastantes enfermos en Betijoque, incidentalme1ÜP. Por este tiempo escribe: "Ya he comenzado a gustar las bellezas de la profesión por estos lugares, bellezas que por com– paración nos resultan las de Caracas, tortas y p;rn pintado. En días pasados me vinieron a buscar para ver un enfermo; eran las seis de la tarde y el lugar en que se encontraba distante de mi casa como unas seis leguas, estaba metido en la cerra– nía. Con toda paciencia hice ensillar mi caballo -que dista mucho de ser bueno- y tomé rumbo hacia el pueblecito seguido del sujeto que vinp a buscarme montado en magnífico caballo. Habría– mos caminado como dos leguas, cuando la noclw se nos vino encima negra como pocas y tempes– tuosa; le hice notar a mi compañero que mi ca– ballo tenía tendencia a encabritarse y que el suyo quería imitarle, a lo cual me respondió: que eso nada tenia de particular porque como bien podía ver, dentro de poco se desencadenaría una tem– pestad y lo mejor era acelerar nuestras cabalga– duras para ganar camino y sobre .todo tiempo. Tal advertencia no era para tranquilizarme, pero yo seguía con cierto malestar que al principio atribuía a inquietud por la proximidad del peli- -75-
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