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f sobrino del GENERAL, todos los catedráticos convinieron en hacer una honrosa excepción. Unicamente HERN AN - DEZ se mostró inflexible. Nada le hizo abdicar de su reso– lución, y mucho menos el que se tratara de un sobrino d(•I General, ante quien él podía perder su valía. Y el sobrino del Presidente de la República perdió el curso. Este inci– dente, lejos de hacerle perder algo, le hizo subir más en el aprecio de todos como cumplidor inflexible de su deber .Y amante de la justicia. 8.-En sus clases gustaba de la seriedad, y no admitía de ningún modo las risotadas sin sentido y mucho menos los aplausos, aunque éstos nacieran de una sana intención. Un día en que los discípulos, en su primera clase del curso, se desataron en aplausos, el Dr. HERNANDEZ transfiguró muy lejos de su habitual mansedumbre. Se quedó mirando a los discípulos, y con voz decidida y sonora les reprochó: -A la clase se viene a aprender. Quien crea lo con– trario, que no vuelva a molestar ... Y volvió inmediatamente a su mansedumbre habitual. 9.-En su estancia en New York se hospedó en un hotel cercano a los muelles, de muy buena apariencia, pero fi– chado por la policía como de muy pésima reputación. Cuan– do la policía se <lió cuenta de donde se había metido aquel pobre hombre sin saberlo, se personó en el Consulado de Venezuela para informar que un Doctor venezolano se había hospedado en el citado hotel, con peligro para su vida y par.a su bolsillo. Ya se había corrido la voz entre los "apa– ches" que merodeaban· por el hotel que el Doctor cargaba en el bolsillo una cartera llena de billetes, corriendo el riesgo de que sus mismos compañeros de hotel lo desvalijaran cuan– do menos se diera cuenta. El Vice-Cónsul, Nicolás Veloz, en persona, se presentó inmediatamente en el hotel, y le expuso a HERNANDEZ los informes de la policía. El lo oyó sonriendo y sin parti– cipar del nerviosismo justificado del Vice-Cónsul. -Tranquilícese -le contestó sonriendo- yo soy hom- hre para cualquiera de esos bandidos ... -73-