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6.-Al terminar uno de los exámenes de Histología, se acercó uno de los bedeles al Dr. Dominici, entonces Rector de la Universidad, a avisarle que unos estudiantes, suspen– didos por el Dr. HERNANDEZ por haber tenido más de cuarenta faltas en el año, le esperaban a la puerta de la Universidad, armados con toda clase de armas y con las más aviesas intenciones. Dominici se acercó a su amigo, y le dijo: -Espérame, yo salgo contigo ... -No, hombre, no; -contestó HERNANDEZ riendo- si me acompañas, aquellos señores van a pensar que les tengo miedo ... Sin embargo, Dominici, conocedor de los estudiantes exacerbados después de unas calabazas estudiantiles, lo si– guió a corta distancia. Al salir HERNANDEZ, los cinco estudiantes, valientes en la unión, se acercaron a él fanfa– rrones, amenazadores, profiriendo gritos. HERNANDEZ no se inmutó. Quedó mirando serenamente, y repasando con los ojos uno por uno. Después les contestó con una serenidad impasible, y riendo sus palabras: -Ustedes pueden hacer lo que quieran ... Yo me he limitado a cumplir con mi deber. Unicamente me haré la ilusión de que me ha atropellado una carreta". Y se retiró pasando por medio de ellos sin que nadie se atreviera a intentar nada, quedando mohinos, y como paralizados por la sangre fría y el humor ante el peligro, de aquel hombre excepcional. Fué una anécdota que se re– pitió por la Universidad, con los comentarios consiguientes a la valentía y al buen humor de aquel hombre que a nadie temía, y seguía su vida recta sin respetos humanos y sin claudicaciones vergonzosas. 7,-De boca de una persona autorizada oímos también el relato siguiente: Era Presidente de la República el Ge·– neral Andrade, de quien era médico particular. Ya adelan– tadas las clases de la Universidad, se presentó un sobrino del Presidente. Según el Reglamento de la Universidad, no podía ya ser admitida la matrícula. Por tratarse de un -72-
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