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la Doctora Señorita Tortojada: Levantando la cabeza del mi– croscopio, donde examinaba una preparación, murmuró: " ... y que haya todavía hombres que nieguen la existencia de una inteligencia suprema. . . No lo comprendo ... " Si Caja! no era católico, no era porque fuera ateo. Si la humildad reconocida es propia de los grandes hombres, no lo es menos la visión clara y acertada del mun– do, saturada siempre de un granito de sal ante la miseria humana. El Dr. HERNANDEZ, que poseía esta visión clara, juzgaba también el mundo con ese poquillo de sal, como el comentario que hace al sermón que oyera, lugareño y pedestre, en su primer viaje por el mundo. "Yo no sé qué opinión formarían de él los por– teños, pero me pareció bastante malo ... " (a) 2.-En la misma casa de familia donde habitaba HER– NANDEZ en sus tiempos de estudiante, nos recuerda Do– minici que venía a alojarse dos o tres veces al año, desde su curato guariqueño el Padre Colmenares, "Moreno, cincuen– tón, jovial, de buena presencia, pocas luces y mucha hones– tidad". Todos en la casa se gozaban de oir los "chistes, no mal intencionados, del sacristán, las parroquianas, la feli– gresía, que él mismo celebraba con sonoras carcajadas. Hernández le componía los sermones que el buen cura se aprendía de memoria y recitaba luego cuatro o cinco veces en las visitas a las parroquias aledañas". Pero esto no era obstáculo para que HERNANDEZ considerara en él siem– pre al sacerdote, el Ungido del Señor, a pesar de sus pocas luces intelectuales. Sabía que Dios reparte los talentos se– gún le presta, y que lo que hace al hombre digno delante de Dios son las buenas obras y la bondad de corazón. "Mi amigo lo miraba con sumiso respeto, y me decía. El sa– cerdocio es lo más grande que existe en la tierra; yo me haría sacerdote, si no me sintiera tan indigno de ese favor divino". (b). (a) Epistolario Dominici (cit. ant.) pág. 33. (b) Vid. Elegía Dominici (cit. ant.) pág. 5. -70-
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