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Y disertando científicamente sobre esa enfermedad, co– menta lo leído en una revista; y termina: "Además, dice que la gota y la diábetes son la misma cosa como quien dice Dominici y Hernán– dez -zafante lo malo del negocio- . -.·" (r). 23. - Según el deseo de ambos, se volvieron a encon– trar en París, aunque HERNANDEZ ya llevaba en París un año cuando llegó a estudiar allí Dominici. La amistad siguió su curso, aunque algo agriada por haberse dejado llevar Santos Aníbal por la corriente imperante, y cuyo corifeo en el círculo de los estudiantes venezolanos era el doctor Razetti. HERNANDEZ no se separó de ellos por estas diver– gencias. Para él una era la amistad, y otra las divergencias científicas o espirituales. Las almas no nacen negras o blancas, y el barnís no cuenta nada para las almas grandes que saben llegar más adentro. Fué proverbial y para al– gunos ininteligible la amistad de HERNANDEZ, el aban– derado de la ortodoxia católica, y Razetti, el abanderado de la ciencia libre y atea. Lo mismo sucedía con Dominici luego que se mostró más afecto al campo materialista. El mismo nos lo cuenta en su "Elegía al Dr. Hernández" leída en la Facultad de Medicina de Caracas, en las Bodas de Plata de la desaparición del amigo: "Razetti había sido el abanderado del grupo de jóvenes que al regreso de Europa defendíamos la filosofía evolucionista, el positivismo cientí– fico, el predominio realista de la ciencia, con lo cual no creíamos que atacábamos a Dios ni a la Iglesia. Movía a Razetti un resuelto espíritu com– bativo de misionero catequizante; Hernández, al contrario, era contemplativo, de intensa vida in– terior, de ardiente fé que apenas se exteriorizaba en la práctica severísima de las obligéiciones que ( r) Santos A. Dominici. Epistolario, págs. 45, 52, 60. -68-

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