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Isolina no pudo abarcar toda la tragedia que st• ('S– condía en estas.palabras, hasta que vió, en la despedida, <Jll(' el alma de JOSE GREGORIO se desgarraba de dolor. 11.-Desde Burdeos fué con su hermana a París. Y de regreso a Burdeos, donde Isolina tomaría nuevament(' el vapor que la llevaría a Venezuela, los encontró en la Can• Saint Jean el Dr. Villegas Ruiz, quien nos conserva esta anécdota. El volvía con su esposa a Venezuela. De esta manera tendría Isolina compañía en el barco. En sus ma– nos amigas la podía dejar confiadamente JOSE GREGO– RIO. Al día siguiente tomaron todos el tren hasta Paui– llac, el puerto de Burdeos, ya en el Atlántico, y desde dornl<i saldría el barco. JOSE GREGORIO no se sintió con ftwr– zas para la despedida. Durante el camino, había venido pensativo. Al llegar a la Estación, se bajó y desapareciú repentinamente de entre ellos. El Dr. Villegas quiso se– guirlo. Lo vió subir al primer vehículo de alquiler que en– contró. A las voces de Villegas, y antes de entrar del todo en ~l coche, le envió un saludo con la mano, reflejaba en su rostro la tristeza de la despedida y la angustia de no tener valor para despedirse. Temía que el corazón le traicio– nase. Fué la mejor manera de evitar algo descorazonador para todos. Isolina lo comprendió todo. Lo conocía de so– bra. Siempre sus despedidas era intempestivas y brutales, para que el corazón no le fallase, más fuerte que la inteli– gencia y el deber. 12.-0tro -de los amores del Dr. HERNANDEZ fué su Joven Patria. No quiso Jesús en su vida en el mundo, privarse d(_• este cariño, para ser, bajado de la Patria Universal, un ejemplo también de este amor al suelo que nos vió nacer, y que con su influencia sobre nuestra alma, se hace algo tan nuestro como el amor a nuestra familia y a nuestra persona. El lloró sobre la desgracia de J erusale:rp., al pro– fetizar la ruina de su Patria y la dispersión de sus compa– triotas. 13.-En el Dr. HERNANDEZ el amor a la Patria no era ese amor vocinglero de desfiles y trompetas, casi siem- -59-