BCCCAP00000000000000000000964
de castos, a quienes sus amigo8 !Jll('l'Ían gastar una broma. Les explicaron a todas lo que tramaban, especialmente a la Chatton, a quien había de tocar el Doctor HERNANDEZ. -Te va a tocar un hombre que dicen que es un santo. . . tendrás un premio si logras hacerlo caer .... Impúdica y descocada, saltó la risa loca de la Chatton. Tenía toda esa distinción de felina de las malas mujeres francesas. Llegó HERNANDEZ cuando ya estaba todo preparado para el banquete. Le presentaron aquellas mujeres -HER– NANDEZ no era ducho en distinciones de mujeres, porque en todas reverenciaba el ideal de la virgen y la madre– como unas honorables señoritas de la más alta sociedad de París. Cada uno fué sentándose con su compañera, dejand0 intencionadamente para HERNANDEZ a la Chatton. Ape– nas podían contener la risa en el banquete, al ver a HER– NANDEZ extremar su finura proverbial, quizás un tanto "gauche", con aquella mujer que él equivocaba. A los postres, cada uno, disimuladamente, se marchó con su compañera. HERNANDEZ, sin explicarse aquello, quedó solo con la Chatton. No supieron más de los dos, hasta que los amigos volvieron, ya a la media noche. Sentada en una silla, y sobre la mesa su cabellera rubia oxigenada, la Chatton lloraba desconsolada, casi rabiosa– mente. -Ustedes son unos bandidos .... unos bandi– dos. . . -decía histéricamente la pobre mujer-. Por burla me han dejado con un verdadero san– to. . . Estoy arrepentida de mi vida de pecado ... Las cosas que me ha dicho ese hombre ... Todos se quedaron mudos, sin atreverse siquiera a una palabra de conciliación o de excusa. Ella se levantó. Uno de los estudiantes puso sobre sus hombros el elegante medio abrigo de pieles, y la vieron salir, sin terminar de explicarse -51-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz