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5.-Su vida en París, fué exactamente la de Caracas. Su piedad era proverbial, y su pureza, a pesar de los ata– ques, se libró intacta en todos los combates. A esta edad del Dr. HERNANDEZ se refiere Razetti, su íntimo amigo, a pesar de la diversidad de ideas religiosas y filosóficas, y compañero de HERNANDEZ en París: "Creo que hay virtudes que se pueden imitar, pero la castidad de Hernández, no". Esto no era más que fuerza de voluntad y virilidad que le sobraba a HERNANDEZ, sin alardes de varonía excesiva y petulante. A los estudiantes venezolanos que entonces residían en París, les llamaba la atención el que siendo amigo de todos, y siempre muy deferente con ellos, nunca se les reunía en las parrandas que ellos organizaban como buenos estudian– tes de la época. Unicamente se reunía con ellos, fuera de en los hospitales y en las clases, en los días de festejo na– cional para Venezuela. 6.-Era el día nacional del 5 de julio. En su pensión recibió HERNANDEZ una esquelita en la que se le decía: "Amigo Hernández: en este día de gloria para nuestra Patria, te esperamos para celebrarlo en casa de X. Te prometemos que seremos forma– les, y que no te enfadarás. Tuyos, La colonia estudiantil venezolana de París". HERNANDEZ ingenuo, creyó aquello, que en realidad no era más que una tramoya resultante de una discusión que se había suscitado sobre la castidad de JOSE GREGO– RIO, y una apuesta contra su virtud. -En ésta sí que cae. . . ¿ que no?. . . ¡ ya verás!. . . Imposible que se resista a los halagos de la Chatton. Invitaron a la cena a las mujeres más corrompidas de París, ·y entre ellas a la Chatton, gata y media por su apodo. Era fama que su especialidad eran los estudiantes con fama -50-

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