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hre consciente de su deber, a su cuarto, a leer y escribir, porque "él quería ir a Caracas y ser un gran sabio, como su papá ... " Nos da también el dato interesante de qu<– nunca le gustó mezclarse con los chicos de la calle, como por un instinto de selección. El gustó siempre en su vida de lo selecto, lo mismo en santidad que en sentimientos humanos. CAPITULO SEGUNDO EL ES T UD l A N TE (Caracas) 1.-Muerta la madre, JOSE GREGORIO se quedú también sin maestra. Por esto fué necesario enviarlo a la única escuela del lugar, regentada por el Señor Pedro Ce– lestino Sánchez, antiguo marino, el clásico viejo lobo de mar, a quien la enfermedad y el desengaño habían arroja– do tierra adentro. Sus viajes le habían dado no pequeña cultura, y era a propósito para entretener a los niños con sus relatos interminables. Su vida agitada, lo había apar– tado de Dios, pero sus ideas revolucionarias las guardaba para él solo, con un respeto ejemplar hacia las ideas de los demás. El, que era maestro por afición y amor a la peda– gogía, sabía también que el alma del niño es sagrada, y no quería que el veneno que él había tomado a grandes dosis rebasara de su alma hasta aquellas almas blancas que los padres de familia de Isnotú le habían confiado. Era un hombre de sacrificios que había aprendido en la escuela del maestro mar que la vida es lucha y deber. 2.-Allí, JOSE GREGORIO siguió redondeando aque– llas enseñanzas que aprendiera de los labios de su madre, y era proverbial su puntualidad y su interés por la asis– tencia a la escuela del lugar. Hasta que llegó un día en que el Maestro Sánchez se presentó ante Benigno Hernán– dez para confesarle humildemente que él no tenía más que enseñar al niño, y que no convenía desaprovechar aquellas cualidades que resaltaban en la inteligencia privilegiada del niño JOSE GREGORIO. Su consejo era que lo envia– ra cuanto antes a Caracas a perfeccionar sus estudios y a ,que se graduase. -31-

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