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Compañeros, amigos, discípulos, le dieron un adiós conmovido en palabras llenas de sentimien– to y de verdad; Descanse para siempre a la sombra de los ver– des cipreses, tan caraqueños como su corazón. (f) 13.-Se calculó que solamente de "su clientela pobre" habría al entrar el cadáver en la Plaza Bolívar unos diez mil. Al salir el cadáver de la Catedral, hay un momento emocionante en el cual es el pueblo el que se subleva cuando ve que quieren llevar la urna en "coche" al cementerio. De entre la muchedumbre, sale una voz que grita: -"El Doctor Hernández es nuestro. . . En co– che. . . ni siquiera al cementerio ... ". Era el pueblo que lo reclamaba para sí. Desa,pareció la urna funeraria de los hombros de los estudiantes que la portaban, y se fué por encima de aquel mar de cabezas, como si fuese navegando, sin que nadie la tocara. Todos querían que pasara junto a ellos, para poderla tocar siquie– ra. Fueron unos momentos de exaltación y de confusión que hizo que los que estaban todavía dentro de la Catedral se alarmaran, ignorando lo que sucedía, hasta que el Padre Lovera los calmó. ¡ Qué bella frase para una lápida que el pueblo podía haber puesto sobre los restos del Dr. HERNANDEZ, ya ausente por el camino de la eternidad ... : ¡EL DOCTOR HERNANDEZ ES NUESTRO ... ! repetido por todos aquellos que le debían la salud, la alegría y el optimismo de la vida. De esta manera, a hombros del pueblo, contra todas las leyes, se le lleva en procesión al Cementerio. ¡ Digna despedida solemne y cariñosa, en la que la Patria podía haber estado confundida entre la muchedumbre, como una obligada más, al agradecimiento y al elogio de aquel que– rido hijo suyo. (f) "El Universal", Caracas, 1• de julio de 1919, N'' 3.633. -26G-

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