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3.-El 29 de junio de 1919. El Dr. HERNANDEZ había cumplido aquel día con todos sus deberes, quizá un poco más alegre porque era el 31° aniversario de su Doctorado. Uno de sus amigos le hizo una visita de congratulación hacia la una y media de la tarde. El amigo notó enseguida que no solamente era su alegría por el feliz aniversario. Había otra razón de aquella euforia. -¿ Qué le pasa, Doctor? ¿ Por qué está tan contento? -¡ Cómo no voy a estar contento! ¡ Se ha fir– mado el Tratado de Paz ... ! ¡ La paz en el mundo! ¿ Tú sabes lo que eso significa para mí? El Doctor sonreía y se quedó un momento pensativo, como dudando si entrar o no, en el terreno de las confiden– cias; por fin, levantó la cabeza, y bajito, para los dos solos: -Mira, -le dijo- te voy a hacer una confi– dencia: yo he ofrecido mi vida en holocausto por la paz del mundo. . . Ahora sólo falta ... Y una sonrisa alegre y presentida iluminó su semblan– te. (d). El amigo tembló ante el presentimiento y la casi pro– fecía de su pronta muerte. Tenía JOSE GREGORIO 55 años. 4.-Aquella tarde le avisaron para que urgentemente fuera a ver a una enferma pobre. El salió inmediatamente de casa. Vivía entonces con su hermana Isolina de Car– vallo, en la casa situada entre San Andrés y Desbarrancado. Estuvo viendo a la pobre viejecita; y, como siempre después de recetar: -¿ Tienen para comprar las medicinas? (d) Carlos Guillermo Plaza S. J., "La inquietud de los Grand<', - El Doctor José Gregorio Hernández" Homenajes púg-. 74 t a 7C2. - 253 ---

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