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Estas palabras valientes decían lo que era su vida en– tera: un anhelo por la verdadera Patria, cuya puerta, la Muerte, es necesario que se nos abra para traspasar el um– bral en busca de Nuestro Padre que está en los cielos. Sabemos también que su oración preferida en sus visi– tas al Santísimo, era aquélla en que pedía al Señor una santa muerte. Nunca le había de encontrar desprevenido la Muerte cuando llegara a él, de repente, como una her– mana ausente que se goza de presentarse sin avisar, para que sea mayor la alegría. 2.-El la presentía cercana, fuera por _inspiración de Dios, o fuera por una de esas "corazonadas" que tantas ve– ces encontramos en la vida de los grandes hombres. "El 18 de marzo de 1918, al regreso del entierro de Pedro Luis Hernández, en horas de la tarde, y en la misma casa de Tienda Honda, manifestó José Gregario en presencia de sus hermanos y sobrinos: -Esta vez le tocó a Pedro Luis, y yo le pido a Dios que el próximo que se lleve sea a mi ... ; como efectivamente acaeció". Son éstas, palabras que suscribe su sobrino el Doctor Ernesto Hernández Briceño. Tenemos otra versión un poco diferente, aunque no exenta de posibilidad histórica. Bien pudiera ser que en aquel día, imbuído por este pensamiento, lo dijera varias veces. Me refiero a la testificación del P. Cármenes. Dice así : "Yo, Fr. Nicolás de Cármenes, Misionero Ca– puchino, certifico: que el día diez y siete de marzo de 1918, a eso de las ocho de la noche, en casa del Doctor José Benigno Hernández, en la esquina de Tienda Honda, y junto a la plaza de la Merced de esta Ciudad de Caracas, en la sala de dicha casa convertida en capilla ardiente, en cuyo centro yacían los restos mortales del joven y virtuoso Pedro Luis Hernández, y después de haberle re– zado yo un rosario y un responso, y estando en la sala mortuoria mucha gente, entre los que recuer- -251-

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