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los síntomas y- del bacilo en los esputos. 3~: La pequeñas dosis de uno o dos centímetros cúbicos, separadas por largos intervalos, parece que obran mejor que las grandes de 5 a 6 centímetros cú– bicos". No queremos llenar estas líneas de testimonios de sus compañeros de profesión ante este descubrimiento de im– portancia imponderable en el campo de la medicina. Basta solamente éste del doctor Razetti: "La prioridad de este método de tratamiento corresponde a nuestro nunca bien sentido com– pañero doctor José Gregorio Hernández, quien fué el primero que empleó el aceite de chaulmoo– gra en la tuberculosis humana. Pero el doctor Hernández, además de hombre de ciencia, fué un profesional honradísimo que procedió corno lo ordena la moral médica: Comunicó a nuestra Academia de Medicina su descubrimiento, para que todos los médicos ensayasen su método en beneficio de los pacientes. El resultado de la ho– norable conducta del doctor Hernández en esta ocasión, fué que nuestros médicos han empleado y continúan usando el mismo agente en el trata– miento de la tuberculosis, con éxito satisfactorio. Si el doctor Hernández, en vez de ser lo que era, hubiera sido un industrial de la medicina, habría hecho de la droga un preparado secreto, lanzán– dolo con algún nombre sonoro al mercado, ro– deado de toda clase de reclamos mercantiles. Piénsese en el efecto que hubiera producido en Venezuela, la noticia de que el sabio doctor José Gregorio Hernández poseía un remedio curativo de la tisis: no hubiera quedado un solo tuberculoso sin usarlo, con la fe que inspiraba el eminente profesor. Seguramente hubieran ingresado al bolsillo del virtuoso médico muchos miles de bolí– vares; pero yo no hubiera podido pronunciar estas palabras, ante su tumba: "nos lega un hermoso

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